Modales en el s. XIX
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Modales en el teatro
Modales para caballeros en el teatro
Los teatros absorben una gran parte de la población de las capitales.
Los italianos, ingleses y franceses van siempre en invierno.
Un buen melodrama, una pieza nueva, hacen que se coma deprisa, y no pocas veces sucede apresurarse por un drama ridículo; pero no se desea ver la pieza, sino al actor o a la actriz que en él brillan.
Si tenéis un palco para señoras, estad seguros de que agradaréis si podéis acompañarlas si no tienen otro caballero; pero en una cosa, al parecer, tan simple como la de conducir señoras al teatro, hay ciertas diferencias de hombres; porque un necio no sabe acompañar a una señora a la comedia como un hombre de talento.
Si disponéis de la elección de sitio, hacedlo con gusto y discernimiento; y si estáis mano a mano, colocaos de manera que podáis ver, más bien que ser visto. Nada se gana en presentarse cara al público sino los goces del amor propio. Si conducís a varias señoras jóvenes y bonitas, ponedlas a todas por delante; las mujeres gustan de ser vistas, y el murmullo lisonjero que excita su belleza al presentarse en el palco, es más agradable a su oído que las consonancias más melodiosas de Rossini, y la cavatina más graciosa cantada por la Albini o por Galli.
No diremos tampoco que sea preciso dar a las señoras los asientos de delante; esto es sabido; pero si procurarles el anuncio de la comedia para que puedan ver los nombres de los actores y papeles de que están encargados.
Cuando un hombre ocupa la delantera de un palco y llegan señoras, sean las que fuesen, debe cederlas su sitio y pasarse atrás, porque aunque esto haga perder a un aficionado la vista de alguna parte de los movimientos de los actores, se debe este corto sacrificio a la belleza y al sexo.
No se debe hablar jamás en la comedia de modo que se distraiga la atención de los espectadores, y se merezcan los chis, chis, de los inmediatos; tampoco se debe dar la espalda al público porque os reputaría por un actor de que estuviese descontento.
Hay personas que recitan los versos que va a decir el actor precediéndole en uno o dos; no hay cosa más pesada que ésta; y aunque haya razones para quejarse de la mediocridad de los actores, se puede apostar ciento contra uno a que iguales recitadores lo hacen mucho peor que ellos.
Si lleváis a la comedia señoras que no hayan visto la pieza que se representa, no las expliquéis ni las digáis nada, "ahora va a suceder esto", "o tal personaje entrará en la escena", "tal actriz va a salir", "esta es la intriga o el desenlace de esta manera"; esto es arrebatarles todo el placer de la representación, como diciendo: escúchenme Vds. lo que yo les explique, porque no son Vds. capaces de comprenderlo.
En otro tiempo se palmoteaba francamente al actor de talento; pero hoy, el amor propio de estos señores ha tomado un rumbo muy seguro para adquirirse los honores sin el trabajo de merecerlo.
Los teatros tienen sus apasionados; éstos se reúnen en los sitios más preferentes y forman una guerra exclusiva, y el artista moderno aguarda pacientemente la tronada de los aplausos para proseguir su papel; pero aunque este premio lisonjero sea debido al talento, acostumbraos a no palmotear jamás. Bien veo que se me dirá que es muy penoso no manifestar su satisfacción al actor que acaba de alegrarnos o enternecernos; pero la falta ésta, respecto a un hombre sensato, en las intrigas que suele haber en el particular para no querer confundirse con los aplaudidores asalariados.
El uso más fino que el del palmoteo es el decir: "bravo, muy bravo, bravísimo, y muy bien, grandemente".
Fuente: Protocolo.org
Los teatros absorben una gran parte de la población de las capitales.
Los italianos, ingleses y franceses van siempre en invierno.
Un buen melodrama, una pieza nueva, hacen que se coma deprisa, y no pocas veces sucede apresurarse por un drama ridículo; pero no se desea ver la pieza, sino al actor o a la actriz que en él brillan.
Si tenéis un palco para señoras, estad seguros de que agradaréis si podéis acompañarlas si no tienen otro caballero; pero en una cosa, al parecer, tan simple como la de conducir señoras al teatro, hay ciertas diferencias de hombres; porque un necio no sabe acompañar a una señora a la comedia como un hombre de talento.
Si disponéis de la elección de sitio, hacedlo con gusto y discernimiento; y si estáis mano a mano, colocaos de manera que podáis ver, más bien que ser visto. Nada se gana en presentarse cara al público sino los goces del amor propio. Si conducís a varias señoras jóvenes y bonitas, ponedlas a todas por delante; las mujeres gustan de ser vistas, y el murmullo lisonjero que excita su belleza al presentarse en el palco, es más agradable a su oído que las consonancias más melodiosas de Rossini, y la cavatina más graciosa cantada por la Albini o por Galli.
No diremos tampoco que sea preciso dar a las señoras los asientos de delante; esto es sabido; pero si procurarles el anuncio de la comedia para que puedan ver los nombres de los actores y papeles de que están encargados.
Cuando un hombre ocupa la delantera de un palco y llegan señoras, sean las que fuesen, debe cederlas su sitio y pasarse atrás, porque aunque esto haga perder a un aficionado la vista de alguna parte de los movimientos de los actores, se debe este corto sacrificio a la belleza y al sexo.
No se debe hablar jamás en la comedia de modo que se distraiga la atención de los espectadores, y se merezcan los chis, chis, de los inmediatos; tampoco se debe dar la espalda al público porque os reputaría por un actor de que estuviese descontento.
Hay personas que recitan los versos que va a decir el actor precediéndole en uno o dos; no hay cosa más pesada que ésta; y aunque haya razones para quejarse de la mediocridad de los actores, se puede apostar ciento contra uno a que iguales recitadores lo hacen mucho peor que ellos.
Si lleváis a la comedia señoras que no hayan visto la pieza que se representa, no las expliquéis ni las digáis nada, "ahora va a suceder esto", "o tal personaje entrará en la escena", "tal actriz va a salir", "esta es la intriga o el desenlace de esta manera"; esto es arrebatarles todo el placer de la representación, como diciendo: escúchenme Vds. lo que yo les explique, porque no son Vds. capaces de comprenderlo.
En otro tiempo se palmoteaba francamente al actor de talento; pero hoy, el amor propio de estos señores ha tomado un rumbo muy seguro para adquirirse los honores sin el trabajo de merecerlo.
Los teatros tienen sus apasionados; éstos se reúnen en los sitios más preferentes y forman una guerra exclusiva, y el artista moderno aguarda pacientemente la tronada de los aplausos para proseguir su papel; pero aunque este premio lisonjero sea debido al talento, acostumbraos a no palmotear jamás. Bien veo que se me dirá que es muy penoso no manifestar su satisfacción al actor que acaba de alegrarnos o enternecernos; pero la falta ésta, respecto a un hombre sensato, en las intrigas que suele haber en el particular para no querer confundirse con los aplaudidores asalariados.
El uso más fino que el del palmoteo es el decir: "bravo, muy bravo, bravísimo, y muy bien, grandemente".
Fuente: Protocolo.org
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Modales en el s. XIX
MALOS MODALES. ACCIONES QUE DEBEN EVITARSE.
Empecemos este hilo por todo aquello que no se debe hacer. Éstas son algunas acciones irregulares que deben evitarse en las concurrencias, y generalmente en presencia de toda persona a quien se deba respeto. Dichas acciones son las siguientes:
1º. Desnudarse, vestirse, estirarse las medias, componerse los zapatos, limpiarlos del polvo o del barro, y otras cosas semejantes.
2º. Cortarse las uñas, o roerlas con los dientes.
3º. Ponerse el dedo en la boca o en la nariz, o mirar al pañuelo después de sonarse.
4º. Rascarse en la cabeza o en otra parte, de modo que lo vean los demás.
5º. Hacer visajes o gestos con la boca, con la nariz, con los ojos o con la frente, estar con la boca abierta, sacar la lengua, morderse los labios o limpiarse los dedos y las manos con saliva.
6º. El recostarse contra el respaldo de la silla, el estirar los brazos, o dar castañetazos con los dedos.
7º. Toser o estornudar demasiado fuerte, o rociar a los demás con la saliva, cuando no se tose o se estornuda. Para evitar este inconveniente debemos volver la cabeza a otro lado al toser o estornudar, poniendo el pañuelo delante de la boca y narices.
8º. El tocar la trompeta al sonarse, el bostezar con mucho sonido, o el seguir hablando al mismo tiempo que se tiene la boca abierta para bostezar; aún el mismo hecho de bostezar debe evitarse en lo posible en presencia de otros, porque da a entender que nos cansa su compañía.
9º. El alentar en la cara de la persona con quien se habla, o rociársela con la saliva que salta al hablar.
10º. El gargajear o escupir en el suelo frente del sujeto con quien se habla.
11º. Rechinar los dientes o limpiárselos, o escarbarlos, o morder piedras ásperas o hierro, o hacer sonidos desagradables.
12º. El hablar o reír consigo mismo en presencia de otros, o cantar o tocar el tambor con los dedos, o desperezarse, o silbar, o enredar con los pies, como también el juguetear con cualquiera cosa que se tenga en la mano.
Igualmente es descortesía el dar grandes carcajadas, el reír con un estruendo indecente o sin motivo, o por cosas insulsas, o reírse de otro cara a cara y con desprecio.
13º. Sentarse cuando los demás están en pie, pasearse o saltar mientras los demás están sentados, leer cartas o libros, o dormirse cuando otro habla.
14º. El disponerse para satisfacer alguna necesidad natural delante de otras personas, o volverse a vestir en su presencia, o lavarse después las manos delante de ellas.
15º. Enseñar a otro alguna cosa asquerosa, o darle a oler alguna cosa pestilente.
16º. El volverse de espaldas a otro, o apoyarse en sus hombros, o dar con la mano o con el codo a aquellos con quienes se habla.
17º. El conversar con alguno al oído y en secreto en presencia de otros, sin haber pedido su venia.
18º. El arrimarse a los que están hablando en secreto, o a los que cuentan dinero, o el ponerse enfrente de la puerta del gabinete o de la sala adonde alguno se ha retirado.
19º. El tirar del vestido, o coger del brazo, o tocar en la espalda a las personas con quienes se quiere hablar, o llamarlas de lejos a gritos o con gestos. Cuando queremos hablar a alguno, principalmente si es persona de autoridad, debemos ir a buscarlo donde esté, pedirle después de hacerle la cortesía debida permiso para hablarle, y si tenemos que decirle alguna cosa reservada, tomar antes la venia de los circunstantes.
20º. Tampoco se debe alargar la mano por delante de una persona para recibir o dar alguna cosa a otra, pues esto debe hacerse siempre por detrás de la persona intermedia.
21º. Por la misma razón no debe pasarse por delante de otra persona sin necesidad, o sin pedir su permiso, antes es menester pasar siempre por detrás, cuando hay lugar y cuando no lo hay, tomar su venia, como se ha dicho.
22º. Si estando sentados se acerca alguno a hablarnos, debemos ponernos en pie.
23º. Si alguno nos hace alguna pregunta, no debemos responder a secas si o no, sino sí señor, o no señor.
24º. Jamás debemos usar con las personas que nos son superiores del tono imperativo, como v. gr. (verbi gratia) diciendo "haga usted esto, diga esto otro, venga o vaya" y compañía, sino diciendo antes: "suplico a usted, le ruego hágame usted el favor, o la fineza, o el gusto, o sírvase usted de hacer o decir tal cosa".
25º. A cada persona de autoridad hemos de dar en la conversación el título que la corresponda, como de Majestad, Alteza, Excelencia y compañía, cuya distinción se aprenderá fácilmente con la instrucción de los Maestros, y el trato de gentes.
26º. Aun con nuestros iguales debemos evitar toda expresión que suene a imperio; y así en lugar de decir "haga usted esto, o haga lo otro", debemos usar de estas o semejantes expresiones, "hágame usted el favor, o sírvase usted de hacer esto o lo otro".
Fuente: Protocolo.org
Empecemos este hilo por todo aquello que no se debe hacer. Éstas son algunas acciones irregulares que deben evitarse en las concurrencias, y generalmente en presencia de toda persona a quien se deba respeto. Dichas acciones son las siguientes:
1º. Desnudarse, vestirse, estirarse las medias, componerse los zapatos, limpiarlos del polvo o del barro, y otras cosas semejantes.
2º. Cortarse las uñas, o roerlas con los dientes.
3º. Ponerse el dedo en la boca o en la nariz, o mirar al pañuelo después de sonarse.
4º. Rascarse en la cabeza o en otra parte, de modo que lo vean los demás.
5º. Hacer visajes o gestos con la boca, con la nariz, con los ojos o con la frente, estar con la boca abierta, sacar la lengua, morderse los labios o limpiarse los dedos y las manos con saliva.
6º. El recostarse contra el respaldo de la silla, el estirar los brazos, o dar castañetazos con los dedos.
7º. Toser o estornudar demasiado fuerte, o rociar a los demás con la saliva, cuando no se tose o se estornuda. Para evitar este inconveniente debemos volver la cabeza a otro lado al toser o estornudar, poniendo el pañuelo delante de la boca y narices.
8º. El tocar la trompeta al sonarse, el bostezar con mucho sonido, o el seguir hablando al mismo tiempo que se tiene la boca abierta para bostezar; aún el mismo hecho de bostezar debe evitarse en lo posible en presencia de otros, porque da a entender que nos cansa su compañía.
9º. El alentar en la cara de la persona con quien se habla, o rociársela con la saliva que salta al hablar.
10º. El gargajear o escupir en el suelo frente del sujeto con quien se habla.
11º. Rechinar los dientes o limpiárselos, o escarbarlos, o morder piedras ásperas o hierro, o hacer sonidos desagradables.
12º. El hablar o reír consigo mismo en presencia de otros, o cantar o tocar el tambor con los dedos, o desperezarse, o silbar, o enredar con los pies, como también el juguetear con cualquiera cosa que se tenga en la mano.
Igualmente es descortesía el dar grandes carcajadas, el reír con un estruendo indecente o sin motivo, o por cosas insulsas, o reírse de otro cara a cara y con desprecio.
13º. Sentarse cuando los demás están en pie, pasearse o saltar mientras los demás están sentados, leer cartas o libros, o dormirse cuando otro habla.
14º. El disponerse para satisfacer alguna necesidad natural delante de otras personas, o volverse a vestir en su presencia, o lavarse después las manos delante de ellas.
15º. Enseñar a otro alguna cosa asquerosa, o darle a oler alguna cosa pestilente.
16º. El volverse de espaldas a otro, o apoyarse en sus hombros, o dar con la mano o con el codo a aquellos con quienes se habla.
17º. El conversar con alguno al oído y en secreto en presencia de otros, sin haber pedido su venia.
18º. El arrimarse a los que están hablando en secreto, o a los que cuentan dinero, o el ponerse enfrente de la puerta del gabinete o de la sala adonde alguno se ha retirado.
19º. El tirar del vestido, o coger del brazo, o tocar en la espalda a las personas con quienes se quiere hablar, o llamarlas de lejos a gritos o con gestos. Cuando queremos hablar a alguno, principalmente si es persona de autoridad, debemos ir a buscarlo donde esté, pedirle después de hacerle la cortesía debida permiso para hablarle, y si tenemos que decirle alguna cosa reservada, tomar antes la venia de los circunstantes.
20º. Tampoco se debe alargar la mano por delante de una persona para recibir o dar alguna cosa a otra, pues esto debe hacerse siempre por detrás de la persona intermedia.
21º. Por la misma razón no debe pasarse por delante de otra persona sin necesidad, o sin pedir su permiso, antes es menester pasar siempre por detrás, cuando hay lugar y cuando no lo hay, tomar su venia, como se ha dicho.
22º. Si estando sentados se acerca alguno a hablarnos, debemos ponernos en pie.
23º. Si alguno nos hace alguna pregunta, no debemos responder a secas si o no, sino sí señor, o no señor.
24º. Jamás debemos usar con las personas que nos son superiores del tono imperativo, como v. gr. (verbi gratia) diciendo "haga usted esto, diga esto otro, venga o vaya" y compañía, sino diciendo antes: "suplico a usted, le ruego hágame usted el favor, o la fineza, o el gusto, o sírvase usted de hacer o decir tal cosa".
25º. A cada persona de autoridad hemos de dar en la conversación el título que la corresponda, como de Majestad, Alteza, Excelencia y compañía, cuya distinción se aprenderá fácilmente con la instrucción de los Maestros, y el trato de gentes.
26º. Aun con nuestros iguales debemos evitar toda expresión que suene a imperio; y así en lugar de decir "haga usted esto, o haga lo otro", debemos usar de estas o semejantes expresiones, "hágame usted el favor, o sírvase usted de hacer esto o lo otro".
Fuente: Protocolo.org
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Re: Modales en el s. XIX
Qué diferencia con el siglo XVIII donde los palcos eran auténticos salones para recibir visitas, tomar té o café,... recuerdo las memorias de Charles Burney, que visitando Italia se asombraba de que los palcos durante las representaciones teatrales eran lugares llenos de ruido y algarabía, más aún que en Inglaterra, hasta el punto que nadie hacía caso a lo que ocurría en el escenario, sólo se hacía silencio, cuando los cantantes ejecutaban algún aria conocida o algún momento especial de la obra teatral. En uno de los palcos Burney llegó a ver una mesa de "faraón", un juego de cartas muy popular en la época y todos los ocupantes del palco, jugando como posesos y lanzando gritos cada vez que ganaban.
Lady B- Mensajes : 52
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Edad : 52
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Re: Modales en el s. XIX
Buenos días!
Aquí os dejo el link a un interesantísimo artículo sobre buenas maneras y saber comportarse a principios del Siglo XIX, está en inglés, pero merece la pena .
Aquí os dejo el link a un interesantísimo artículo sobre buenas maneras y saber comportarse a principios del Siglo XIX, está en inglés, pero merece la pena .
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"El crimen no era lo que me hacían, o cómo me hacían sentir. El crimen era que me importase lo que los demás pensaran de mí"
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Elizabeth Anne Montgomery- Admin
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Re: Modales en el s. XIX
CENAS E INVITADOS A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX
Una de las cosas más importantes para una anfitriona eduardiana era la organización de una buena cena. Cada detalle tenía la máxima importancia desde los propios alimentos o la bebida, al menaje, el servicio o la propia lista de invitados. Una cena tibia o fría, unos invitados aburridos o una mala disposición en la mesa, pueden terminar con la reputación de una anfitriona.
Ya que la cena era el más importante de los acontecimientos sociales, las damas y caballeros lo practicaron por encima incluso que bailes u otros eventos; la cena era considerado algo más íntimo, y por lo tanto sólo se invitaba a los amigos más cercanos o aquellos con los que se quisiera intimar. Para el engranaje de la alta sociedad, la cena no sólo era una prueba de la posición de la anfitriona, sino también el camino a una buena posición o a perderla.
Habitualmente, en cenas de mayor tamaño, se enviaban las invitaciones con tres semanas de antelación, aunque, a partir de 1910 se amplió de cuatro a seis semanas, lo que daba plazo a los invitados a excusarse por emergencias pero, por lo general, la aceptación de la invitación implicaba una confirmación tácita.
Las tarjetas de las invitaciones se compraban en tienda y, solían ser por lo general blancas con unos pequeños bordes. En el interior se ponía el nombre de los anfitriones, el nombre del invitado, la fecha, el lugar y la hora de la cena.
La hora de la cena variaba entre las 8 y las 9 de la noche, y se esperaba que los invitados estuvieran al menos un cuarto de hora antes. Las cenas ya no eran tan largas y pesadas como en el siglo XIX, ahora no duraban más de 40 minutos, y eran más importantes los entretenimientos posteriores.
A la llegada, los anfitriones esperaban en la entrada a los invitados, quienes dejaban su ropa de abrigo al servicio. Una vez en el salón, las damas se sentaban y los caballeros charlaban hasta que llegara el último invitado. En caso de que algún invitado no se conociera, la anfitriona sería la encargada de presentarlos; salvo en las cenas de gran tamaño, en las que el mayordomo se colocaba en la escalera e iba presentando a los invitados.
A la hora de sentarse en la mesa, los anfitriones nunca podían estar uno al lado del otro, al igual que los matrimonios, los padres con sus hijos. Se aconseja que haya un número igual de hombres y mujeres para la mejor distribución de la mesa pero, lo habitual era invitar a un par de hombres más para que las mujeres casaderas tuvieran alguna opción. La anfitriona es la última que se sienta a la mesa. Si la anfitriona no indica a sus invitados donde deben sentarse o a que dama ayudar a levantar cuando la cena concluya, se da por hecho que el orden es el de la entrada a la sala, es decir, según importancia social. La anfitriona preside la mesa, y el caballero que la ha llevado hasta ella (el de mayor rango social que no sea ni su marido, ni su padre), se sienta a su izquierda. Así según entraban se colocaban en su lugar. Salvo en las cenas de mayor tamaño, en las que se ponían tarjetas con los nombres o el menú incluía el nombre del invitado. Estos menús solían colocarse a lo largo de la mesa y en las cenas pequeñas podían servir hasta para dos invitados. Si eran simples o más complejos dependía del gusto de la anfitriona.
La decoración de la mesa dependía en gran medida de la anfitriona, pero había determinados puntos que se debían cumplir por etiqueta. Solíamos encontrar cristalería a lo largo de la mesa, plantas trepadoras decorando. Y en el centro de la mesa entre las flores y los platos, solían colocarse las frutas que se comerían en el postre. La iluminación eran algo importante y, a pesar de que en muchas casas ya había luz eléctrica, seguían usándose las velas. Encontramos también la cuchara de la sopa, dos tenedores, dos cuchillos y la cristalería.
La etiqueta de la mesa era muy estricta; nada más sentarse los invitados se quitan los guantes y los colocan sobre su regazo, extienden su servilleta y la colocan en el regazo (se consideraba de muy poca educación engancharla al cuello de la camisa o al escote del vestido). Primero se tomaba la sopa, que se tomaba a pequeños “sorbos” con la cuchara, pero ligeramente sin hacer mucho ruido. Después venía el pescado comido con los cubiertos de pescado y los fritos, que sólo se comían con el tenedor, así como las ensaladas, espárragos… Los guisantes eran sin duda, una prueba a la buena educación, y se comían sólo con el tenedor, mientras que la carne se comía siempre con tenedor y cuchillo, sin tocarla nunca con las manos. Los postres, pudines y los acompañamientos en general, se comían sólo con el tenedor. El queso y el pan para el mismo se cortaban con tenedor y cuchillo, después se colocaba el queso sobre el pan con el tenedor y se llevaba delicadamente a la boca con el dedo índice y pulgar. Las uvas, cerezas o cualquier fruta picada se llevaba delicadamente a la boca y con discreción se echaban los pellejos en la mano y se colocaban en la mesa.
Tanto la cena como el postre se sirven por orden. Una vez finalizado los criados retiran la mesa y reparten el licor para los hombre (según orden de importancia social), y otra copa de vino para las mujeres (las mujeres no toman licor). En caso de que una dama quiera más vino, le ha de rellenar la copa el caballero a su lado, jamás lo hace por si misma. Pasados unos diez minutos, la anfitriona hace una señal a las damas para dejar el comedor, y la siguen por orden de importancia social. Los caballeros se levantan con las damas, pero no abandonan el comedor, se vuelven a sentar cuando la anfitriona deja la estancia. Mientras los hombres toman licores en el comedor y fuman, las damas, en la salita, toman café. Después de un par de rondas, los caballeros se unen a las damas en la salita. Hacia 1910, sin embargo, esta costumbre empieza a ser dada de lado y todos comparte el café, y los licores en compañía.
En la ciudad, la cena concluye, aproximadamente, una media hora después de que los caballeros se unan a las damas en la salíta. En el campo, sin embargo, era habitual continuar la velada hasta altas horas de la noche con juegos de cartas y otros entretenimientos.
Para la despedida no existía un protocolo establecido, salvo el de que los anfitriones debían acompañar a sus invitados hasta la puerta. Una vez todos ellos habían partido, sus deberes habían finalizado.
Fragmento extraido de Edwardian England: A Guide to Everyday Life, 1900-1914 de Evangeline Holland
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Elizabeth Anne Montgomery- Admin
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Fecha de inscripción : 25/02/2010
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Localización : Más allá del frío norte...
Re: Modales en el s. XIX
¡Qué interesante, Lizz! Muchas gracias bonita. :**
Lady Áyden Norwich- Admin
- Mensajes : 3633
Fecha de inscripción : 26/02/2010
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Re: Modales en el s. XIX
Ahora hay que leerlo con atención, y ponerlo en práctica!
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Elizabeth Anne Montgomery- Admin
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Re: Modales en el s. XIX
Gracias.
Mr. Alexander Huddleston- Mensajes : 142
Fecha de inscripción : 18/01/2013
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