Bebedizo veraniego

Ahora que comienza el buen tiempo, y ante la petición particular de Lady Áyden, deseo compartir una pequeña receta que espero que sea de vueso agrado.
En un buen vaso de pinta mezclad el zumo y algo de pulpa de dos naranjas y un limón, dos cucharadas de miel o azucar moreno, dos dedos y medio de ron tostado, rellenad el resto con agua y añadid una pizca de sal. Removed y disfrutad.
Lo que acabáis de pergeñar es grog. Una bebida (prometo que no es veneno) que aún disfrutan viejos oficiales de la Royal Navy y cuya receta no es sino fruto de la necesidad y la observación en los siglos de oro de la navegación a vela. El zumo de cítricos aporta vitaminas, la miel da energía y agrada al paladar, el ron desinfecta el agua (que se transportaba en toneles cuya madera no siempre estaba exenta de parásitos) y aporta cierta euforia y la sal aporta minerales (de hecho en alta mar se mezclaba a partes más o menos iguales según las necesidades agua dulce con agua de mar).
Aleja el escorbuto, aplaca el espíritu, remineraliza, refresca y agrada el paladar. ¡Todo en un solo trago! No encontrareis nada mejor para acompañar una agradable singladura. Probadlo. No os defraudará.

Como bien dice Lorena, casi sobran dedos en una mano para contar los que volvieron a tierra. La legislación actual indica que en caso de muerte en alta mar ha de guardarse al finado en el congelador (normalmente suele ser el de la cocina, sí) hasta que se llegue al puerto de destino. Siempre y cuando no implique riesgo para el resto de los tripulantes por tratarse de una enfermedad infecciosa. En ese caso se le amortaja en lona, se le lastra con cadenas y se le arroja por la borda. Y pensemos que las neveras y congeladores son un invento relativamente moderno. Hasta entonces lo más que podía hacerse era mantener al difunto dentro de un barril de aguardiente.