Juan Díaz de Garayo. El Sacamantecas de Vitoria

A lo largo de los años la figura del sacamantecas u hombre del saco, no fue más que una especie de ente sin forma con el que los mayores asustaban a los niños, con la intención de que estos fueran más precavidos. Sin embargo, todo el miedo que ese nombre infligía venía de una serie de sucesos reales y de unos personajes que, no se sabe si movidos por diferentes desarreglos mentales o simplemente por la codicia, asolaron los terrenos rurales y ya a principios del siglo XX incluso las grandes ciudades.

El más famoso de todos ellos en suelo español fue, sin lugar a dudas, Juan Díaz de Garayo y Ruíz de Argandoña, también conocido cómo “El Zurrumbón”. Nacido en Eguilaz el 17 de Octubre de 1821 en una familia de 8 hermanos y padres alcohólicos, nada presagiaba el terror que iba a desatar por tierras alavesas.

Trabajó toda su vida como bracero en el campo y se casó en tres ocasiones. De la primera esposa, Antonia Berrosteguieta, tomaría el apodo “El Zurrumbón” (el apodo venía del marido muerto de Antonia) y tendría tres hijos. Mientras que disfrutaba de una de las fases más estables de su vida. A su muerte queda desamparado y se ve incapaz de mantener el hogar por lo que contrae segundas nupcias con Juana Salazar de Valdegovía pero muere pocos años después, y se casa una tercera vez con Juana Ibisate de Okina.

Vista esta biografía nada puede dejar entrever el tipo de persona que era realmente Juan Díaz de Garayo pero, lo cierto es que coincidiendo con sus etapas de viudez y sus otras menos afortunadas, una serie de asesinatos realizados con gran violencia se produjo en la zona de Eguilaz.

El primer cadáver apareció el 2 de Abril de 1870 junto al arroyo Errekatxiki, se trataba de un prostituta muerta por estrangulación y posteriormente violada. El caso fue, desde el principio un rompecabezas para la policía porque no encontraron pruebas y, finalmente el caso quedó sin resolver.

Al menos hasta casi un año después, cuando el 12 de Marzo de 1871 en la localidad de Arana apareció otra mujer asfixiada y posteriormente violada. En esta ocasión se trataba de una viuda de edad pero el resultado fue el mismo, sin pruebas, caso abierto.

La gente enseguida vio la relación y el pánico empezó a extenderse por la comarca. Los periódicos escribieron ríos de tinta y azuzaron la situación hasta tal punto que ninguna mujer salía sola.

Sin embargo nada de eso evitó que en Gamarra Mayor el 2 de Agosto de 1872 apareciera un tercer cadáver pero, en esta ocasión las cosas fueron distintas. La víctima fue primero violada y después estrangulada. Se trataba de la criada de una familia rica… tenía tan sólo 13 años.

El caso conmocionó aún más a la población pero, al igual que en las ocasiones anteriores no existía ninguna prueba que pudiera llevar a la policía a la resolución de la serie de asesinatos. Es más el pánico aumentó cuando ni un mes después, el 29 de Agosto, en la zona de La Zumaquera apareció un nuevo cadáver. Se trataba nuevamente de una prostituta para alivió de la gente pero, la escalada de violencia había sido tremenda ya que, además de la consabida estrangulación, la víctima aún con un hálito de vida fue reiteradamente apuñalada con una aguja de pelo que llevaba. En esta ocasión murió desangrada, pero la relación con el resto de los casos era evidente.

La reducción del periodo de descanso entre los dos últimos asesinatos inquietó aún más si cabe a la población, sobre todo porque la policía seguía sin pruebas pero no fue hasta el 7 de septiembre de 1879 cuando apareció un nuevo cadáver en la zona de Zaitegui. En esta ocasión una anciana que tras tratar de resistirse a la estrangulación es apuñalada.

El pánico vuelve a cundir y no sin razón pues, tan sólo un día después aparece un nuevo cadáver en la zona de Araca, se trata de una labradora de 52 años estrangulada con su propio delantal y posteriormente destripada. Su corazón jamás fue hallado.

La histeria colectiva se desata, las mujeres no van solas a ninguna parte y todo el mundo empieza a sospechar de todo el mundo. Hasta que una niña señala a Juan Díaz de Garayo y dice “Papá, ese hombre es malo. Tiene que ser el sacamantecas”. Obviamente la simple acusación de una niña nada podía hacer pero sumada a la histeria colectiva provocaron que el susodicho se pusiera demasiado nervioso, lo que llevo al alguacil Pio Pinero a detenerlo.

Finalmente se derrumba y confiesa los seis asesinatos más unos cuantos intentos más y es condenado a garrote vil. La sentencia se cumple el 11 de mayo de 1881 a las 8.30 horas a manos de Gregorio Mayoral (el verdugo más famoso de la época) y su cadáver fue expuesto hasta las 19:30 para escarnio público. La expectación causada fue tal que se llegó a prohibir la presencia de mujeres y niños en la ejecución. Fue enterrado en una fosa común sin nombre ni cruz en el cementerio de Santa Isabel. Años después cuando se pidió la exhumación del cadáver para ser estudiado se vio que la cabeza había desparecido.

Juan Díaz de Garayo fue seguramente uno de los primeros asesinos en serie de la historia sino el primero. Su modus operandi ha sido muchas veces comparado con el de Jack el Destripador y, tal vez si el lugar dónde acaecieron los crímenes hubiera sido otro, habría tenido una repercusión similar. Aún así fue ampliamente investigado por los estudiosos de la época quienes, a pesar de las aseveraciones del reo de actuar conducido por el demonio y no por propia voluntad, llegaron a la conclusión de que se trataba de un asesino organizado y que actuaba con premeditación, hecho que se ratificaría por la falta de pruebas existentes en todos los casos (se le pudo acusar únicamente de dos de los asesinatos y tan sólo por pruebas circunstanciales).

Sin embargo sobre sus razones poco se sabe, desde desequilibrios producidos por la esquizofrenia, a un comportamiento puramente psicopático, pasando por el simple contrabando de “mantecas” (en la época se hacían ungüentos con las entrañas de animales que teóricamente tenían grandes poderes curativos pero, algunos iban más allá y los realizaban con entrañas humanas dotándolas de poderes curativos casi milagrosos). Lo cierto es que el reo fue juzgado y sentenciado sin una prueba sólida, eso si, los asesinatos cesaron, el mito comenzó….