Científicos en el museo (1900-1907).30 de Noviembre del 2013. Madrid

Bueno, pues aquí va mi crónica... (Espero las de los demás) XD

Ante todo, he de comentar que la Signorina Luján no pudo asistir y estrenar la falda que había hecho (y terminado) ex profeso para esta reunión. Tampoco la señorita Bécquer y su madre pudieron acudir a la reunión ni tuvimos el placer de ver a Lord James Niort. Sí en cambio pasó a saludar Miss Ellis a la hora de la comida para prometer que a la próxima recreación que se celebrara (fuera de Madrid), acudiría.

Dicho esto, que parece una lista de bajas como aquellas que ponían durante las contiendas decimonónicas, comienzo a explicaros mi fin de semana.

Antes de nada, quiero dar las gracias a los que acudisteis a los museos por la semana de la ciencia. Valoro muchísimo el esfuerzo que habéis hecho y las ganas, energías y pasión que le habéis puesto. ¡No se pueden encontrar mejores compañeros de viajes en el tiempo!
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El viernes llegó la Signora Camilleri a mi casa porque dormía en ella. Estuvimos charlando hasta que se hizo la hora de que ella fuera a recoger a la estación a Lola y a su hijo Jesús y que los tres se marcharan a la Cripta Mágica a ver el espectáculo de ilusionismo (lo sé, lo sé, es un sitio que tenemos pendiente de ir vestidos de época)  

Cuando la Signora Camilleri llegó a casa yo ya estaba dormida pero su odisea bíblica para encontrar en el edificio mi casa debió de ser épica. Si os quiere contar su aventura nocturna, le paso la palabra. XD

A la mañana siguiente nos levantamos, desayunamos y esperamos a Lady Ástor y a Eleanor que vinieran para podernos juntar las cuatro y ayudarnos a ponernos el corsé y a peinarnos. Cuando íbamos muy bien de tiempo salimos camino del metro, todas felices de ver nuestra transformación y elegancia. En las escaleras mecánicas que bajaban ya al metro comencé a notar que la falda me tiraba y es que ¡se había enganchado con el mecanismo!. Horror, ¡qué agobio ver que la máquina poco a poco se comía más y más mi falda! Yo estaba prisionera de las escaleras mecánicas, sin poderme mover y aquel monstruo tirando más y más de mí. Mis acompañantes comenzaron a pedir socorro y a pedir a los trabajadores del metro que pararan las escaleras, cosa que hicieron. ¡Pero no había manera de sacarme de ahí! estaba totalmente atrapada por la falda y no se podía desatrancar la tela de la maquinaria. Le dieron a que las escaleras fueran al revés, pero ni con esas. Yo ya pensaba que tendría que dejar mi falda ahí y volverme a casa en enaguas pero al final, con toda la fuerza de Sansón, el trabajador consiguió que la falda saliera pero con dos o tres agujeros, rota y destrozada.

Imaginad mi cara descompuesta. ¡Mi falda! No la había ni estrenado. Qué desilusión, qué tristeza, sólo quería volverme a casa a cambiarme. Sí, es el momento triste de la historia hasta que entre Eleanor, Lady Ástor y la Signora Camilleri comenzaron a animarme diciéndome que podía decir que me habían atacado en África, que había sido presa de un tigre y que como buena científica, había salido huyendo de aquello. Me salvasteis el día, de verdad.  

Llegamos con retraso (por culpa de este incidente) al Museo Geominero, donde ya aguardaban tres fotógrafos, Lola, Jesús y McGregor.



El Museo Geominero es una delicia: de luz, de espacio, de arquitectura, de exposición decimonónica... Juzgarlo por vosotros mismos.



A la hora de comer nos fuimos a un sitio que me habían recomendado pero al que no había ido: el Basha, de comida e inspiración árabe donde pensé que podríamos seguir con la temática científica. ¡Ay, craso error!. Tardaron muchísimo en servirnos debido a que el camarero era el cocinero y después de dos horas, estábamos más tensos que relajados. Nada más terminar de malcomer cogimos un autobús y nos fuimos al Museo de Ciencias Naturales. Ahí nos mandaron de un lado a otro hasta lograr saber exactamente dónde estaban las taquillas. La Srta. de Belflor se nos unió con un hermoso traje y exquisita decoración. La pena es que estuvimos sólo una hora por el cansancio. Hay fotos divertidas como éstas:



A eso de las 19h nos dispersamos y disgregamos. Lamento de corazón haberle apretado demasiado el corsé a Lady Ástor y que la pobre estuviera sin poder respirar casi toda la mañana; pido perdón a la Signora Camilleri por el atracón a andar sin parar y sin relax y también a la señorita de Belflor porque sólo pudiera disfrutar de una horita de recreación. No acababa de aprenderse nuestros nombres cuando tocó despedirnos. ¡Pero espero que se nos una en la siguiente!

No quiero despedirme, como siempre, sin volveros a dar las gracias por hacer realidad este sueño conjunto de volver atrás en el tiempo. A Eleanor por su cariño y dulzura, a la Signora Camilleri por poner su aguante con todos nosotros y su elegancia innata, a Lady Ástor por vivir en un sueño a pesar de clavársele el corsé por todos lados y no dejar de sonreir, a Lola y a Jesús porque su energía y entusiasmo es contagioso (¡esos gaditanos son los mejores!), a Antón McGregor por su lección de anatomía en el museo y porque se apunta a un bombardeo siempre con el mejor carácter del mundo y a la señorita de Belflor por acercarse con un peinado que prometí arreglar (y no lo hice) y por no asustarse al vernos tan locos corriendo de un lado a otro del museo ya con prisas con los fotógrafos detrás.

A todos vosotros, creadores de ilusiones y de frasquitos de felicidad, muchas gracias. ¡Hasta pronto!