"Ser mujer" en la época victoriana
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Ariadne de Baskerville
Elizabeth Anne Montgomery
Lady Raisah
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"Ser mujer" en la época victoriana
A lo largo del siglo XIX y algo del XX, durante esos días del mes en los que nos acordamos más que nunca de que somos mujeres, nuestras antepasadas intentaban pasarlos lo más "comodamente" usando paños de algodón, retales de tela o unas toallitas higiénicas como las de las imágenes:
Las más afortunadas se pasaban casi una semana tumbadas en casa hasta que acababa su menstruación. Y las pobres que trabajaban, a aguantarse
Seguro que era incomodísimo, a mí ya me parecen incómodas las compresas que se usan hoy en día :S
Y eso sin contar con los dolores menstruales, que hoy podemos paliar con medicamentos por ejemplo.
La mujer según la ginecología del siglo XIX
A mediados del siglo XIX, se establece la teoría ovular de la menstruación, que consideraba que ésta era provocada por la liberación del óvulo, coincidiendo, por tanto, con la fertilidad y el momento de mayor deseo sexual en la mujer. Esta teoría lleva a considerar los ovarios como el órgano fundamental de la sexualidad femenina, la sede de la diferencia esencial, hasta el extremo de que el médico francés Achille Chéreau (1817-1885) propuso cambiar la frase de Van Helmont por esta otra: “Propter solum ovarium mulier est id quod est”. Este desplazamiento del centro de la feminidad a los ovarios es fundamental para comprender la práctica de la ovariotomía, la castración femenina, de que hablaremos más adelante. «La mujer era, por definición, una enfermedad o trastorno, una desviación de la norma de la salud representada por el macho».
Según la medicina victoriana, la mujer es un ser definido y limitado por sus órganos y funciones sexuales y un ser enfermo o al borde de la enfermedad, tanto física como psíquica, siendo esta enfermedad provocada por las mismas funciones y aparato reproductor que la definen. «...peculiaridades físicas y mentales de la mujer se derivan de su función reproductiva y que la patología se define en la norma del cuerpo femenino...».
De forma que podríamos decir que, según la medicina victoriana, la mujer es una enferma en virtud de su propia naturaleza, su propia razón de ser, que es la reproducción de la especie. Los trastornos y el malestar psicológico de las mujeres quedan explicados por su propia naturaleza y fisiología, sin cuestionar en ningún caso la forma de vida harto desequilibrante que se le impone.
La menstruación
La época victoriana mantiene la concepción griega de la menstruación como forma de eliminación de residuos superfluos o limpieza del organismo, llegando a creer que en caso de producirse amenorrea (ausencia de la menstruación por un período de tiempo mayor a los 90 días), se provocaban hemorragias en otros órganos tales como la nariz, las encías, etc.
Varios autores trataron incluso el tema de la menstruación masculina, entre ellos el ginecólogo inglés Alfred Wiltshire, el médico americano V.O. King y el neurofisiólogo inglés Thomas Laycock, quien propuso la teoría de la “periodicidad vital” o sujeción de todos los fenómenos fisiológicos a ciclos temporales fijos.
En los años 50 se formuló la teoría ovular, según la cual « la menstruación era la liberación espontánea del óvulo que causó la menstruación y la aparición de la menstruación, no sólo coincide con el periodo fértil, sino también con el pico de deseo sexual en la mujer.»
Se mantenía así un paralelismo entre el periodo de celo de las hembras de otras especies y la menstruación de la hembra humana.
Manteniendo esta analogía el zoólogo francés Félix-Archimède Pouchet (1800-1872), y Alfred Wiltshire en su obra “Lectures on the comparative physiology of menstruation”, publicada en 1883, consideraban que la mayor frecuencia de la menstruación en las hembras humanas era consecuencia de la civilización. Las condiciones de vida de las sociedades civilizadas favorecían el mantenimiento de mayor número de descendientes y con tal fin había aumentado la frecuencia del periodo de celo en la mujer, lo cual es falso tanto desde el aspecto sociológico como desde el biológico.
La menstruación y los peligros que la misma supone para la salud de la mujer es un tema permanente en los tratados ginecológicos del siglo XIX. En “Domestic Medicine”,obra de divulgación escrita por William Buchan, muy popular durante los siglos XVIII y XIX, la sección dedicada a la menstruación quedaba incluida bajo el epígrafe de enfermedades de la mujer. Según este autor la conducta observada por la mujer al comienzo del ciclo menstrual era determinante para su futura salud y felicidad: «Tal es su delicadeza en esta etapa que "tomando alimentos inadecuados, cualquier afección violenta de la mente, o un resfriado, a menudo es suficiente para arruinar la salud, o hacer a la hembra incapaz de procrear».
La menarquía (fecha en que aparece el primer periodo menstrual) era considerada un período de riesgo de aparición de enfermedades físicas y mentales: «La menarquia es la primera etapa de peligro mental, que requiere una vigilancia de las madres si quieren que sus hijas salgan ilesas. Los médicos advirtieron que la locura moral fácilmente podría comenzar en la adolescencia. El Dr. Edward describe la adolescencia femenina como un estado de "locura en miniatura».
Evidentemente no es extraño que las adolescentes sufrieran trastornos psicológicos dado que la menarquia suponía una ruptura traumática entre el tipo de vida de la infancia, más libre y cercana a la de sus hermanos, y la represión de la actividad sexual, social e intelectual que se le imponía en la pubertad. Recordemos las teorías de Clarke y Maudsley sobre los riesgos que entrañaba para la adolescente el estudio y la actividad intelectual. La adolescencia suponía para el muchacho la incorporación al mundo del conocimiento y de su futuro papel en la sociedad, para la muchacha era la entrada en un mundo de limitaciones y prohibiciones. En palabras de un doctor de la época: «la pubertad da al hombre el conocimiento de mayor poder, y a la mujer la convicción de su dependencia.»
La menstruación en sí misma era un tiempo de enfermedad e inestabilidad emocional, aunque no se produjera ningún trastorno aparente. El ginecólogo A.O. Kellogg (1828-1888), en un artículo publicado en el American Journal of Insanity, afirmaba que «durante el ciclo menstrual, la mujer tiene menor capacidad mental y mucho menos control sobre sus emociones. Aun cuando la función menstrual es saludable, Kellog cree, podría hacer que una mujer, especialmente una de un nervioso y excitable temperamento ... taciturno, callado, caprichoso, inquieto e impaciente, con frecuencia se manifiesta una cierta irritabilidad nerviosa rayando en la histeria". Teniendo en cuenta esto, un desequilibrio de las funciones menstruales es posible contraer locura».
Según Burrows, cualquier trastorno menstrual provocará una forma equivalente de trastorno mental. En los casos de amenorrea, el flujo menstrual que no es expulsado al exterior puede dirigirse al cerebro causando un daño irreparable. Tanto los doctores más respetables como los curanderos vendedores de remedios populares contribuían a dar una imagen de la mujer como esclava de los procesos tiránicos de su ciclo menstrual. La menstruación estaba rodeada de numerosos tabúes y se la denominaba con eufemismos, la mayoría de carácter negativo: «turns, monthlies, poorliness, being unwell», siendo el más significativo el término “the curse” (la maldición).
El mayor riesgo para la salud de la mujer residía, como hemos dicho, en la inhibición de la hemorragia menstrual. Tanto en la pubertad, como durante sus años fértiles y la etapa pre-menopáusica «las obstrucciones oscuras en el cuerpo que causan flujo irregular hay que echarlas fuera y "limpiar"; una vigorizante pureza será el resultado de esta purgación ritual que libra el cuerpo de la "sangre mórbida"». Tanto los tratados de ginecología como los libros de divulgación y los anuncios publicados en revistas y periódicos muestran una obsesión por evitar la amenorrea.
Eran muy frecuentes los anuncios de pastillas destinadas a prevenir la retención del flujo menstrual, remedio que podía venir a ser una forma encubierta de aborto. Los argumentos en que se basa la publicidad de este tipo de pastillas giran en torno a los graves trastornos que la amenorrea supone para la mujer. Veamos, a modo de ejemplo, el anuncio de las Pastillas del Dr. Barker aparecido en el Leeds Intelligencer del 15 de marzo de 1851, «para la regulación de las secreciones y mantener un estado saludable, para la eliminación de todas las afecciones en función de las irregularidades, tales como debilidad general, nerviosismo, mareos, dolores de cabeza, pecho, costado o estómago».
El cuidado que la mujer debe poner para evitar un trastorno relacionado con la menstruación es extremo: debe proteger su cuerpo y su mente, evitar el frío y el exceso de calor, el ejercicio y la excesiva pasividad y toda emoción que pueda alterarla:
Si bien se consideraba que la amenorrea era una de las principales causas de trastorno mental en la mujer, y la preocupación por su tratamiento era claramente obsesiva, no es ésta la única enfermedad relacionada con el ciclo menstrual, cuyo funcionamiento, por otra parte, no se conocía hasta entrado el siglo XX.
En la obra de John Forbes, Cyclopeadia of Practical Medicine, publicada en 1833, la lista de enfermedades específicamente femeninas relacionadas con la menstruación es amplia: Amenorrea, dismenorrea, menorragia, patología de la menstruación… leucorrea, etc.
¿Qué tratamientos recomendaban los doctores para tratar tan temidos males?
La aplicación de descargas eléctricas en la pelvis o la aplicación de sanguijuelas en los órganos genitales, e incluso en el útero, son algunos de los tratamientos recomendados por prestigiosos ginecólogos, recogidos en diversos artículos del Lancet o en la obra Retrospect of Practical Medicine and Surgery, de W. Braithwaite.
Existía asimismo preocupación por el control del fluido seminal en el hombre.
Un ejemplo de enfermedad masculina construida por la clase médica del siglo XIX es la espermatorrea o emisión incontrolada de semen.
Veamos qué diferencias fundamentales existen entre las dos enfermedades relacionadas con los fluidos masculino y femenino: espermatorrea y amenorrea.
El fluido masculino es positivo, debe ser retenido en el organismo y no debe despilfarrarse.
El fluido femenino es negativo, su retención supone la enfermedad física y mental y, en muchos casos, la muerte; debe, por tanto, eliminarse.
La mujer necesita tener una actitud pasiva e inactiva, física e intelectualmente, para permitir el fluir al exterior de su residuo menstrual; el hombre debe mantener una vida activa física e intelectualmente. Requiere, asimismo, una continua supervisión de la madre y de la clase médica, así como recurrir al uso de distintos medicamentos y terapias para evitar la siempre amenazante enfermedad; el hombre, aunque también existían remedios para la espermatorrea, se espera que sea capaz de usar su voluntad para autocontrolarse. El hombre es auto-suficiente, la mujer es dependiente.
La dependencia de la mujer de la clase médica es un exponente más de su dependencia respecto al hombre, fundamentalmente el padre o el marido en el mundo anglosajón, el padre, el marido y el confesor en el católico. Además con la insistencia en la necesidad de cuidados médicos por parte de la mujer, los doctores victorianos se aseguraban una clientela de clase media y alta, y con ello su prestigio social y beneficio económico correspondiente.
Según el ginecólogo W. Tyler Smith, la sociedad británica daba el valor a la mujer como procreadora, la protegía de todo tipo de riesgo, relegándola a una vida inactiva. Tal era el valor de la mujer embarazada y parturienta que debía prohibirse que fuese atendida por comadronas, puesto que su presencia degradaba la obstetricia.
La mujer es un ser valioso si es dependiente del hombre y se dedica exclusivamente a su función natural de esposa y madre. Cualquier otra actividad, incluso la atención al parto, tradicionalmente realizada por mujeres, debe estarle prohibida. Es este un ejemplo más de la neurosis que envuelve la visión masculina de la mujer, en la época victoriana, y en general a lo largo de la historia, cuando no se la trata como ser humano completo y se la aliena, tanto al considerarla un ser angelical, como al suponerla un ser limitado, enfermizo o vicioso. Existe una doble visión, según se trate de la mujer de clase media o alta y la mujer obrera que trabaja larguísimas jornadas en las sweetshops, arrastra semi-desnuda carretillas de carbón en las minas, o se dedica al servicio doméstico o a la prostitución.
¿Qué significado económico-social tiene este doble standard?
La mujer rica permanece aislada en el hogar, dedicada a consumir, manteniendo así la sociedad industrial y mercantilista; la mujer obrera es una mano de obra barata, pieza clave en la revolución industrial. Se acepta siempre a la mujer en profesiones y actividades subordinadas, pero no en aquellas que puedan significar competencia con el hombre en cargos de relevancia social, profesional o económica. Dentro del mundo de la sanidad, existen actualmente monumentos en honor a Florence Nightingale, símbolo por excelencia de las enfermeras abnegadas, pero no se menciona su grito de protesta en la novela Cassandra, ni hallamos monumentos, (excepto alguna discretísima placa, y el busto erigido en memoria de Louisa Aldrich-Blake en una esquina de Tavistock Square), en memoria de las mujeres objeto de esta tesis que lucharon por conseguir un título de doctoras y ejercer en pie de igualdad con los hombres.
Además, la industrialización hace sentir al ser humano la contradicción entre ser dependiente de las máquinas y la supuesta libertad y autocontrol en el campo comercial que defienden las teorías económicas. De nuevo podemos encontrar una explicación psicoanalítica a la contradictoria visión de la mujer: si la mujer es el ser dependiente, el hombre, no el obrero, el salvaje o el esclavo, sino el hombre blanco de clase media alta, puede ocupar tranquilo el lugar del ser libre y autosuficiente, proyectando la inseguridad y la dependencia en la mujer y otros grupos excluidos.
La mujer que permanece en el ámbito privado realiza la función de ángel del hogar, que aporta valores humanos al hombre y lo purifica de la contaminación que supone la lucha en el mundo económico-social, pero esta misma mujer es una fuente potencial de descontrol si se separa del rol establecido. Asimismo en cada mujer queda representada la dualidad: la belleza exterior oculta la suciedad interior que debe ser expulsada para evitar que la mujer se convierta en la loca del ático de que nos ocuparemos en el próximo apartado.
A las mujeres se les exige un comportamiento social más controlado que al varón, su deseo sexual debe ser reprimido, pero al mismo tiempo se afirma que las mujeres son seres influenciables por todos los estímulos. La mujer debe dejar su cuerpo fuera de todo control que inhiba la salida al exterior de su flujo menstrual, pero tiene que reprimir sin embargo su deseo sexual, siendo la manifestación de éste una de las causas de ser considerada enferma mental.
Las más afortunadas se pasaban casi una semana tumbadas en casa hasta que acababa su menstruación. Y las pobres que trabajaban, a aguantarse
Seguro que era incomodísimo, a mí ya me parecen incómodas las compresas que se usan hoy en día :S
Y eso sin contar con los dolores menstruales, que hoy podemos paliar con medicamentos por ejemplo.
La mujer según la ginecología del siglo XIX
A mediados del siglo XIX, se establece la teoría ovular de la menstruación, que consideraba que ésta era provocada por la liberación del óvulo, coincidiendo, por tanto, con la fertilidad y el momento de mayor deseo sexual en la mujer. Esta teoría lleva a considerar los ovarios como el órgano fundamental de la sexualidad femenina, la sede de la diferencia esencial, hasta el extremo de que el médico francés Achille Chéreau (1817-1885) propuso cambiar la frase de Van Helmont por esta otra: “Propter solum ovarium mulier est id quod est”. Este desplazamiento del centro de la feminidad a los ovarios es fundamental para comprender la práctica de la ovariotomía, la castración femenina, de que hablaremos más adelante. «La mujer era, por definición, una enfermedad o trastorno, una desviación de la norma de la salud representada por el macho».
Según la medicina victoriana, la mujer es un ser definido y limitado por sus órganos y funciones sexuales y un ser enfermo o al borde de la enfermedad, tanto física como psíquica, siendo esta enfermedad provocada por las mismas funciones y aparato reproductor que la definen. «...peculiaridades físicas y mentales de la mujer se derivan de su función reproductiva y que la patología se define en la norma del cuerpo femenino...».
De forma que podríamos decir que, según la medicina victoriana, la mujer es una enferma en virtud de su propia naturaleza, su propia razón de ser, que es la reproducción de la especie. Los trastornos y el malestar psicológico de las mujeres quedan explicados por su propia naturaleza y fisiología, sin cuestionar en ningún caso la forma de vida harto desequilibrante que se le impone.
La menstruación
La época victoriana mantiene la concepción griega de la menstruación como forma de eliminación de residuos superfluos o limpieza del organismo, llegando a creer que en caso de producirse amenorrea (ausencia de la menstruación por un período de tiempo mayor a los 90 días), se provocaban hemorragias en otros órganos tales como la nariz, las encías, etc.
Varios autores trataron incluso el tema de la menstruación masculina, entre ellos el ginecólogo inglés Alfred Wiltshire, el médico americano V.O. King y el neurofisiólogo inglés Thomas Laycock, quien propuso la teoría de la “periodicidad vital” o sujeción de todos los fenómenos fisiológicos a ciclos temporales fijos.
En los años 50 se formuló la teoría ovular, según la cual « la menstruación era la liberación espontánea del óvulo que causó la menstruación y la aparición de la menstruación, no sólo coincide con el periodo fértil, sino también con el pico de deseo sexual en la mujer.»
Se mantenía así un paralelismo entre el periodo de celo de las hembras de otras especies y la menstruación de la hembra humana.
Manteniendo esta analogía el zoólogo francés Félix-Archimède Pouchet (1800-1872), y Alfred Wiltshire en su obra “Lectures on the comparative physiology of menstruation”, publicada en 1883, consideraban que la mayor frecuencia de la menstruación en las hembras humanas era consecuencia de la civilización. Las condiciones de vida de las sociedades civilizadas favorecían el mantenimiento de mayor número de descendientes y con tal fin había aumentado la frecuencia del periodo de celo en la mujer, lo cual es falso tanto desde el aspecto sociológico como desde el biológico.
La menstruación y los peligros que la misma supone para la salud de la mujer es un tema permanente en los tratados ginecológicos del siglo XIX. En “Domestic Medicine”,obra de divulgación escrita por William Buchan, muy popular durante los siglos XVIII y XIX, la sección dedicada a la menstruación quedaba incluida bajo el epígrafe de enfermedades de la mujer. Según este autor la conducta observada por la mujer al comienzo del ciclo menstrual era determinante para su futura salud y felicidad: «Tal es su delicadeza en esta etapa que "tomando alimentos inadecuados, cualquier afección violenta de la mente, o un resfriado, a menudo es suficiente para arruinar la salud, o hacer a la hembra incapaz de procrear».
La menarquía (fecha en que aparece el primer periodo menstrual) era considerada un período de riesgo de aparición de enfermedades físicas y mentales: «La menarquia es la primera etapa de peligro mental, que requiere una vigilancia de las madres si quieren que sus hijas salgan ilesas. Los médicos advirtieron que la locura moral fácilmente podría comenzar en la adolescencia. El Dr. Edward describe la adolescencia femenina como un estado de "locura en miniatura».
Evidentemente no es extraño que las adolescentes sufrieran trastornos psicológicos dado que la menarquia suponía una ruptura traumática entre el tipo de vida de la infancia, más libre y cercana a la de sus hermanos, y la represión de la actividad sexual, social e intelectual que se le imponía en la pubertad. Recordemos las teorías de Clarke y Maudsley sobre los riesgos que entrañaba para la adolescente el estudio y la actividad intelectual. La adolescencia suponía para el muchacho la incorporación al mundo del conocimiento y de su futuro papel en la sociedad, para la muchacha era la entrada en un mundo de limitaciones y prohibiciones. En palabras de un doctor de la época: «la pubertad da al hombre el conocimiento de mayor poder, y a la mujer la convicción de su dependencia.»
La menstruación en sí misma era un tiempo de enfermedad e inestabilidad emocional, aunque no se produjera ningún trastorno aparente. El ginecólogo A.O. Kellogg (1828-1888), en un artículo publicado en el American Journal of Insanity, afirmaba que «durante el ciclo menstrual, la mujer tiene menor capacidad mental y mucho menos control sobre sus emociones. Aun cuando la función menstrual es saludable, Kellog cree, podría hacer que una mujer, especialmente una de un nervioso y excitable temperamento ... taciturno, callado, caprichoso, inquieto e impaciente, con frecuencia se manifiesta una cierta irritabilidad nerviosa rayando en la histeria". Teniendo en cuenta esto, un desequilibrio de las funciones menstruales es posible contraer locura».
Según Burrows, cualquier trastorno menstrual provocará una forma equivalente de trastorno mental. En los casos de amenorrea, el flujo menstrual que no es expulsado al exterior puede dirigirse al cerebro causando un daño irreparable. Tanto los doctores más respetables como los curanderos vendedores de remedios populares contribuían a dar una imagen de la mujer como esclava de los procesos tiránicos de su ciclo menstrual. La menstruación estaba rodeada de numerosos tabúes y se la denominaba con eufemismos, la mayoría de carácter negativo: «turns, monthlies, poorliness, being unwell», siendo el más significativo el término “the curse” (la maldición).
El mayor riesgo para la salud de la mujer residía, como hemos dicho, en la inhibición de la hemorragia menstrual. Tanto en la pubertad, como durante sus años fértiles y la etapa pre-menopáusica «las obstrucciones oscuras en el cuerpo que causan flujo irregular hay que echarlas fuera y "limpiar"; una vigorizante pureza será el resultado de esta purgación ritual que libra el cuerpo de la "sangre mórbida"». Tanto los tratados de ginecología como los libros de divulgación y los anuncios publicados en revistas y periódicos muestran una obsesión por evitar la amenorrea.
Eran muy frecuentes los anuncios de pastillas destinadas a prevenir la retención del flujo menstrual, remedio que podía venir a ser una forma encubierta de aborto. Los argumentos en que se basa la publicidad de este tipo de pastillas giran en torno a los graves trastornos que la amenorrea supone para la mujer. Veamos, a modo de ejemplo, el anuncio de las Pastillas del Dr. Barker aparecido en el Leeds Intelligencer del 15 de marzo de 1851, «para la regulación de las secreciones y mantener un estado saludable, para la eliminación de todas las afecciones en función de las irregularidades, tales como debilidad general, nerviosismo, mareos, dolores de cabeza, pecho, costado o estómago».
El cuidado que la mujer debe poner para evitar un trastorno relacionado con la menstruación es extremo: debe proteger su cuerpo y su mente, evitar el frío y el exceso de calor, el ejercicio y la excesiva pasividad y toda emoción que pueda alterarla:
Si bien se consideraba que la amenorrea era una de las principales causas de trastorno mental en la mujer, y la preocupación por su tratamiento era claramente obsesiva, no es ésta la única enfermedad relacionada con el ciclo menstrual, cuyo funcionamiento, por otra parte, no se conocía hasta entrado el siglo XX.
En la obra de John Forbes, Cyclopeadia of Practical Medicine, publicada en 1833, la lista de enfermedades específicamente femeninas relacionadas con la menstruación es amplia: Amenorrea, dismenorrea, menorragia, patología de la menstruación… leucorrea, etc.
¿Qué tratamientos recomendaban los doctores para tratar tan temidos males?
La aplicación de descargas eléctricas en la pelvis o la aplicación de sanguijuelas en los órganos genitales, e incluso en el útero, son algunos de los tratamientos recomendados por prestigiosos ginecólogos, recogidos en diversos artículos del Lancet o en la obra Retrospect of Practical Medicine and Surgery, de W. Braithwaite.
Existía asimismo preocupación por el control del fluido seminal en el hombre.
Un ejemplo de enfermedad masculina construida por la clase médica del siglo XIX es la espermatorrea o emisión incontrolada de semen.
Veamos qué diferencias fundamentales existen entre las dos enfermedades relacionadas con los fluidos masculino y femenino: espermatorrea y amenorrea.
El fluido masculino es positivo, debe ser retenido en el organismo y no debe despilfarrarse.
El fluido femenino es negativo, su retención supone la enfermedad física y mental y, en muchos casos, la muerte; debe, por tanto, eliminarse.
La mujer necesita tener una actitud pasiva e inactiva, física e intelectualmente, para permitir el fluir al exterior de su residuo menstrual; el hombre debe mantener una vida activa física e intelectualmente. Requiere, asimismo, una continua supervisión de la madre y de la clase médica, así como recurrir al uso de distintos medicamentos y terapias para evitar la siempre amenazante enfermedad; el hombre, aunque también existían remedios para la espermatorrea, se espera que sea capaz de usar su voluntad para autocontrolarse. El hombre es auto-suficiente, la mujer es dependiente.
La dependencia de la mujer de la clase médica es un exponente más de su dependencia respecto al hombre, fundamentalmente el padre o el marido en el mundo anglosajón, el padre, el marido y el confesor en el católico. Además con la insistencia en la necesidad de cuidados médicos por parte de la mujer, los doctores victorianos se aseguraban una clientela de clase media y alta, y con ello su prestigio social y beneficio económico correspondiente.
Según el ginecólogo W. Tyler Smith, la sociedad británica daba el valor a la mujer como procreadora, la protegía de todo tipo de riesgo, relegándola a una vida inactiva. Tal era el valor de la mujer embarazada y parturienta que debía prohibirse que fuese atendida por comadronas, puesto que su presencia degradaba la obstetricia.
La mujer es un ser valioso si es dependiente del hombre y se dedica exclusivamente a su función natural de esposa y madre. Cualquier otra actividad, incluso la atención al parto, tradicionalmente realizada por mujeres, debe estarle prohibida. Es este un ejemplo más de la neurosis que envuelve la visión masculina de la mujer, en la época victoriana, y en general a lo largo de la historia, cuando no se la trata como ser humano completo y se la aliena, tanto al considerarla un ser angelical, como al suponerla un ser limitado, enfermizo o vicioso. Existe una doble visión, según se trate de la mujer de clase media o alta y la mujer obrera que trabaja larguísimas jornadas en las sweetshops, arrastra semi-desnuda carretillas de carbón en las minas, o se dedica al servicio doméstico o a la prostitución.
¿Qué significado económico-social tiene este doble standard?
La mujer rica permanece aislada en el hogar, dedicada a consumir, manteniendo así la sociedad industrial y mercantilista; la mujer obrera es una mano de obra barata, pieza clave en la revolución industrial. Se acepta siempre a la mujer en profesiones y actividades subordinadas, pero no en aquellas que puedan significar competencia con el hombre en cargos de relevancia social, profesional o económica. Dentro del mundo de la sanidad, existen actualmente monumentos en honor a Florence Nightingale, símbolo por excelencia de las enfermeras abnegadas, pero no se menciona su grito de protesta en la novela Cassandra, ni hallamos monumentos, (excepto alguna discretísima placa, y el busto erigido en memoria de Louisa Aldrich-Blake en una esquina de Tavistock Square), en memoria de las mujeres objeto de esta tesis que lucharon por conseguir un título de doctoras y ejercer en pie de igualdad con los hombres.
Además, la industrialización hace sentir al ser humano la contradicción entre ser dependiente de las máquinas y la supuesta libertad y autocontrol en el campo comercial que defienden las teorías económicas. De nuevo podemos encontrar una explicación psicoanalítica a la contradictoria visión de la mujer: si la mujer es el ser dependiente, el hombre, no el obrero, el salvaje o el esclavo, sino el hombre blanco de clase media alta, puede ocupar tranquilo el lugar del ser libre y autosuficiente, proyectando la inseguridad y la dependencia en la mujer y otros grupos excluidos.
La mujer que permanece en el ámbito privado realiza la función de ángel del hogar, que aporta valores humanos al hombre y lo purifica de la contaminación que supone la lucha en el mundo económico-social, pero esta misma mujer es una fuente potencial de descontrol si se separa del rol establecido. Asimismo en cada mujer queda representada la dualidad: la belleza exterior oculta la suciedad interior que debe ser expulsada para evitar que la mujer se convierta en la loca del ático de que nos ocuparemos en el próximo apartado.
A las mujeres se les exige un comportamiento social más controlado que al varón, su deseo sexual debe ser reprimido, pero al mismo tiempo se afirma que las mujeres son seres influenciables por todos los estímulos. La mujer debe dejar su cuerpo fuera de todo control que inhiba la salida al exterior de su flujo menstrual, pero tiene que reprimir sin embargo su deseo sexual, siendo la manifestación de éste una de las causas de ser considerada enferma mental.
Última edición por Raisah el Vie Jul 02, 2010 11:51 am, editado 2 veces
Re: "Ser mujer" en la época victoriana
¡Si, por favor!, aunque , ¿somos una enfermedad?.... ( )
Elizabeth Anne Montgomery- Admin
- Mensajes : 3514
Fecha de inscripción : 25/02/2010
Edad : 43
Localización : Más allá del frío norte...
Re: "Ser mujer" en la época victoriana
La verdad es que lo de que somos una enfermedad era un pensamiento muy difundido en el siglo XIX. El año pasado hice un trabajo sobre la mujer latinoamericana en el siglo XIX que creo que igual os interesa. Es largo, si quereis os lo cuelgo en megaupload o intento haceros un resumen cuando tenga un rato
Ariadne de Baskerville- Mensajes : 839
Fecha de inscripción : 21/04/2010
Edad : 36
Localización : Valencia
Re: "Ser mujer" en la época victoriana
Yo no digo que no, todo aquello que sirva para ilustrarnos bienvenido sea
Elizabeth Anne Montgomery- Admin
- Mensajes : 3514
Fecha de inscripción : 25/02/2010
Edad : 43
Localización : Más allá del frío norte...
Re: "Ser mujer" en la época victoriana
Bueno, lo prometido es deuda. Os dejo mi trabajo de América contemporánea sobre la mujer en latinoamérica en el siglo XIX. Espero que os guste. Os adjunto también la exposición en la que hay imágenes que os gustarán.
http://www.megaupload.com/?d=6ZNJGT88
http://www.megaupload.com/?d=DVJDAYU0
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Ariadne de Baskerville- Mensajes : 839
Fecha de inscripción : 21/04/2010
Edad : 36
Localización : Valencia
Re: "Ser mujer" en la época victoriana
Gracias Raisah, gracias Ariadne. Es increíble la concepción que se tenía de la mujer en el s. XIX, casi escalofriante.
Lady Áyden Norwich- Admin
- Mensajes : 3627
Fecha de inscripción : 26/02/2010
Localización : Cruzando océanos de tiempo
Re: "Ser mujer" en la época victoriana
Puff, no puedo decir que me pille de sorpresa porque he estudiado bastante la Sociedad e Historia de las Comunidades Centro y Sur américanas en el siglo XIX. Aún así, las contradicciones típicas de una sociedad anclada en el pasado pero, que está siendo obligada a entrar en el futuro están más que claras, y el papel de la mujer es una muestra de ello; casi casi no es más que un mueble más en el hogar, pero es la valedora del nuevo espíritu; lo que hace que tengan muchisimo más valor
Elizabeth Anne Montgomery- Admin
- Mensajes : 3514
Fecha de inscripción : 25/02/2010
Edad : 43
Localización : Más allá del frío norte...
Re: "Ser mujer" en la época victoriana
Muchas gracias por la informacion. Tengo que confesar que no tenia yo esa idea de lo que era "ser mujer" en aquella época, me alegro de estar culturizandome gracias a vosotras porque hay que saber lo mucho que nos ha cambiado la vida en un siglo.
Katherine Earnshaw- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 08/06/2010
Re: "Ser mujer" en la época victoriana
Siguiendo con el tema, creo que mejor editaré el primer mensaje, es un poco largo, pero espero que no os resulte muy pesado ^^U
Re: "Ser mujer" en la época victoriana
Lo que me ha resultado ha sido intersantísimo y para nada largo. Explicas con gran determinación y sencillez cómo era visto y entendido nuestro género en el s. XIX. Es increíble lo que han cambiado las cosas; no solo a nivel físico sino mental también, ¡gracias a Dios! pues
y el parto en aquella época debían de ser torturas chinas para la mujer. De ángel del hogar como bien la has definido, pasaría a ser prácticamente como mártir de los estímulos refrenados. Tal vez lo vea desde una óptica contemporánea y sesgada (soy mujer, obviamente) pero cuanto más leo el pensamiento masculino de la época (y claro, la gran mayoría de libros y tratados están escritos por varones) más me alegra haber nacido mujer en esta época.La aplicación de descargas eléctricas en la pelvis o la aplicación de sanguijuelas en los órganos genitales, e incluso en el útero, son algunos de los tratamientos recomendados
Lady Áyden Norwich- Admin
- Mensajes : 3627
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Localización : Cruzando océanos de tiempo
Re: "Ser mujer" en la época victoriana
Yo me reafirmo cada vez más en que, lo que en realidad pasaba es que tenían miedo ... sino es practicamente incomprensible semejante grado de sumisión y de, siendo sinceras, tonterías. Es que practicamente se equipara el papel de la mujer al de los africanos en la conquista del nuevo mundo, tan sólo les había hecho falta un debate sobre si eran seres humano o no
Elizabeth Anne Montgomery- Admin
- Mensajes : 3514
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Re: "Ser mujer" en la época victoriana
En algunas novelas de época de hecho, se cuestiona si la mujer tiene alma o si es un ángel del cielo. Algunos autores la condenan por embrujadora, maldita y corrupta; otros literatos las aman y las ensalzan tanto que las tratan de ángeles puros del cielo. De todas maneras, en el s. XIX, claro que las mujeres tenían miedo: estaban solas, desprotegidas si su padre o hermano no cuidaban de ellas y si no se casaban podían darse por perdidas. Si eras rica, eras una "solterona" pero aún así, mantenías tu independencia; si no lo eras, era el fin: te tocaba la sumisión completa al trabajo, a la pobreza y a la tristeza en vida.
Lady Áyden Norwich- Admin
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Re: "Ser mujer" en la época victoriana
Me refería más a que el hombre temía que la mujer pudiera llegar a demostrar su valía, del tal forma que en algunos aspectos superar incluso al hombre. Lo que dices obviamente es cierto, debía de ser casi vivir en un "ay" constante, ya que el más mínimo gesto, en el momento inapropiado, podía sumirla en la deshonra, y si era parte de las clases bajas no hacía más que trabajar, trabajar y trabajar. Y que decir del personal doméstico de las grandes mansiones, debían de soportar además de los horarios exagerados, los avances de los señores de la casa, y si alguna vez estos lograban su propósito, esa expulsadas, aunque se encontraran encinta, y sin referencias, por lo que en muchas ocasiones se veían obligadas a una vida de mendicidad o prostitución.
Si, es cierto que lo vemos todo desde una perspectiva actual, y en mi caso para más inri de una sociedad matriarcal, pero si las mujeres de la época se hubieran sentido a gusto en su situación, no habrían surgido nombres como Florence Nightingale o Mary Wollstonecraft (cuyo libro "vindicación de los derechos de la mujer" fue un verdadero quebradero ed cabeza), o movimientos como el sufragismo.
Si, es cierto que lo vemos todo desde una perspectiva actual, y en mi caso para más inri de una sociedad matriarcal, pero si las mujeres de la época se hubieran sentido a gusto en su situación, no habrían surgido nombres como Florence Nightingale o Mary Wollstonecraft (cuyo libro "vindicación de los derechos de la mujer" fue un verdadero quebradero ed cabeza), o movimientos como el sufragismo.
Elizabeth Anne Montgomery- Admin
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Re: "Ser mujer" en la época victoriana
La verdad es que ya que toca ser mujer, mejor serlo ahora, porque vaya panorama tenían las pobres. De todas formas también hay que tener en cuenta, que no conocían otra cosa, y tenían tan comido el coco, que salvo unas pocas inspiradas, ni se percataban de su propia esclavitud, en una jaula de oro, pero esclavas igualmente
Sindariel- Mensajes : 301
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Re: "Ser mujer" en la época victoriana
Tengo una pequeña pregunta de carácter práctico. Raisah dice que "para esos días del mes" se comercializaban paños y que las mujeres pudientes se permitían el reposo en cama. Pero comentáis en algún otro hilo que la ropa interior se limitaba a los pololos, generalmente abiertos. Bien, pregunto: ¿Cómo se sujetaban los paños? ¿Alguna ha encontrado alguna referencia? Porque aún encamada, los paños hay que sujetarlos, (creedme, que en los hospitales se usan compresas ginecológicas y son un horror, supone mucho cambio de sábanas). La única referencia que he encontrado es de la antigüedad y es una especie de taparrabos. Y las clases obreras tenían que solucionar aquello de algún modo... Aunque me imagino que sobre esto no escribirían los literaros...
lorena- Mensajes : 1553
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Re: "Ser mujer" en la época victoriana
Uy, pero si las abuelas! que seguían usando más o menos el mismo método del taparrabos
Elizabeth Anne Montgomery- Admin
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Re: "Ser mujer" en la época victoriana
Sobre clases obreras y trabajadoras la verdad es que hay bastantes lagunas sobre demasiados temas pero supongo que podemos extrapolar lo que se hacían en las clases acomodadas para hacernos una idea. En este caso, las mujeres de altas esferas solían llevar paños anudados a las caderas. Eran una especie de pañales sujetados por nudos realizados con la misma tela y se labavan constantemente porque claro, aquello no cortaba la hemorragia ni la absorvía como las compresas actuales, sino que simplemente los ponían como una capa más bajo los pololos.
No sé dónde leí que las madres de las mujeres casadas y las suegras eran las que les ponían durante los primeros meses de matrimonio estos paños a las chicas durante aquellos días en que se preveía que les fuera a venir la menstruación. Luego comprobaban si manchaban y aquel mes que no, ya se sabía preñada la criatura y era motivo de alegría, aunque por norma general no se avisaba al marido hasta dos o tres meses después del acontecimiento (era un secreto "guardado entre mujeres" por si existía riesgo de aborto).
No sé dónde leí que las madres de las mujeres casadas y las suegras eran las que les ponían durante los primeros meses de matrimonio estos paños a las chicas durante aquellos días en que se preveía que les fuera a venir la menstruación. Luego comprobaban si manchaban y aquel mes que no, ya se sabía preñada la criatura y era motivo de alegría, aunque por norma general no se avisaba al marido hasta dos o tres meses después del acontecimiento (era un secreto "guardado entre mujeres" por si existía riesgo de aborto).
Lady Áyden Norwich- Admin
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Re: "Ser mujer" en la época victoriana
Gracias por responder tan rápido.Mi compañera Elena dice que su bisabuela aún usaba unos pololos abiertos, pero no sabe cómo se las arreglaba esos días. Mi abuela, de 84, habla ya de ropa interior actual y paños de toalla. Suponíamos que tenía que ser una especie de pañal, pero no lo teníamos muy claro.
lorena- Mensajes : 1553
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