La moda durante el neoclasicismo y la época Imperio o Regencia en España
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La moda durante el neoclasicismo y la época Imperio o Regencia en España
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Durante el clasicismo (los años 90 del siglo XVIII y los primeros del siglo XIX) se nos muestra un cambio muy grande en la forma de vestir; la moda ha cambiado radicalmente, especialmente la de las mujeres porque ha pasado nada menos que la Revolución Francesa, que supuso una verdadera revolución, entre otras muchas cosas, en la manera de vestir.
El cambio fue a primera vista menos drástico entre los hombres, pero quizás fue más duradero. La casaca masculina se convirtió en frac, una casaca con cuello alto vuelto, grandes solapas, delanteros cortos que se cruzaban con botones, y los faldones muy echados hacia atrás que apenas tenían un recuerdo de los antiguos pliegues. La chupa, cada vez más corta, se hizo recta por abajo y se convirtió en chaleco, y tenía también cuello alto y solapas. Los calzones fueron sustituidos por un pantalón hasta los tobillos, prenda que hasta entonces no habían usado más que los marineros y, durante la Revolución, los sans-culottes franceses.
En un principio se llamaron pantalones a una especie de leotardos de punto que abarcaban el pie y se llevaban por debajo de la bota, y que fueron usados primero por los ingleses; es una de tantas prendas que los hombres adoptaron por influencia militar. Ya a principios del siglo XIX se fue imponiendo el pantalón de paño igual al de la casaca. Las dos prendas se hicieron de colores oscuros cada vez con mayor frecuencia, sin bordados ni adornos, siendo los chalecos la única parte del vestido donde se permitía la fantasía. Los revolucionarios adoptaron los sencillos trajes ingleses que les parecían más acordes con las ideas de libertad y democracia, y a partir de entonces los hombres usaron trajes cada vez más sobrios, identificaron virilidad con sobriedad y dejaron los adornos y los colores para los vestidos femeninos. Al sombrero tricornio le sucedió el bicornio, el que usaba Napoleón, pero no duró mucho tiempo, ya que a finales del siglo XVIII se empezó a usar el sombrero de copa, que fue el más utilizado durante el siglo XIX. El vestido y el calzón de seda y con bordados quedó reservado para la corte.
El cambio del vestido femenino fue espectacular. Las mujeres quisieron vestirse como las estatuas clásicas con trajes enteros de telas blancas y vaporosas, con el talle bajo el pecho, mangas cortas y zapatos bajos, sin tacón.
En España este traje se llamó simplemente “camisa” y se hizo de la tela que había llegado a triunfar sobre todas, la muselina. Las mujeres no llevaron ninguna armadura debajo del traje y se adivinaba bajo él la forma del cuerpo, novedad realmente extraordinaria; era algo que desde hacía muchos siglos no ocurría.
Las cabezas fueron pequeñas, con cabellos cortos o un moño atrás, y con rizos sobre la frente. Esta moda estaba muy en consonancia con las ideas revolucionarias de sencillez y libertad y todos los países europeos la adoptaron.
Fue una moda que duró poco tiempo; aunque se siguió llevando el talle alto, muy pronto apareció el corsé y se empezaron a usar otra vez las sedas oscuras y pesadas, los adornos voluminosos y las mangas hinchadas. Las mujeres españolas siguieron usando durante estos últimos años el “vestido nacional” tanto o más que antes, pero lo adaptaron a la nueva silueta del talle alto.
Las basquiñas fueron más pegadas al cuerpo, como marcaba la moda, y los jubones, muy cortos, parecidos a la chaqueta que se usó en toda Europa para ponerse encima de las camisas, el spencer. Justamente con el cambio de siglo fue cuando las mujeres elegantes prefirieron retratarse vestidas con el “traje nacional” más que con vestidos de moda francesa; hay una larga lista de damas españolas así vestidas retratadas por Goya como la Marquesa de Sta. Cruz, la Duquesa de Alba con mantilla y basquiña y a la propia reina María Luisa. Las españolas debían de encontrarse con este traje muy guapas y favorecidas.
Fuente: La moda en España durante el siglo XVIII por Amelia Leira Sánchez. Revista Indumenta 0.
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Durante el clasicismo (los años 90 del siglo XVIII y los primeros del siglo XIX) se nos muestra un cambio muy grande en la forma de vestir; la moda ha cambiado radicalmente, especialmente la de las mujeres porque ha pasado nada menos que la Revolución Francesa, que supuso una verdadera revolución, entre otras muchas cosas, en la manera de vestir.
El cambio fue a primera vista menos drástico entre los hombres, pero quizás fue más duradero. La casaca masculina se convirtió en frac, una casaca con cuello alto vuelto, grandes solapas, delanteros cortos que se cruzaban con botones, y los faldones muy echados hacia atrás que apenas tenían un recuerdo de los antiguos pliegues. La chupa, cada vez más corta, se hizo recta por abajo y se convirtió en chaleco, y tenía también cuello alto y solapas. Los calzones fueron sustituidos por un pantalón hasta los tobillos, prenda que hasta entonces no habían usado más que los marineros y, durante la Revolución, los sans-culottes franceses.
En un principio se llamaron pantalones a una especie de leotardos de punto que abarcaban el pie y se llevaban por debajo de la bota, y que fueron usados primero por los ingleses; es una de tantas prendas que los hombres adoptaron por influencia militar. Ya a principios del siglo XIX se fue imponiendo el pantalón de paño igual al de la casaca. Las dos prendas se hicieron de colores oscuros cada vez con mayor frecuencia, sin bordados ni adornos, siendo los chalecos la única parte del vestido donde se permitía la fantasía. Los revolucionarios adoptaron los sencillos trajes ingleses que les parecían más acordes con las ideas de libertad y democracia, y a partir de entonces los hombres usaron trajes cada vez más sobrios, identificaron virilidad con sobriedad y dejaron los adornos y los colores para los vestidos femeninos. Al sombrero tricornio le sucedió el bicornio, el que usaba Napoleón, pero no duró mucho tiempo, ya que a finales del siglo XVIII se empezó a usar el sombrero de copa, que fue el más utilizado durante el siglo XIX. El vestido y el calzón de seda y con bordados quedó reservado para la corte.
El cambio del vestido femenino fue espectacular. Las mujeres quisieron vestirse como las estatuas clásicas con trajes enteros de telas blancas y vaporosas, con el talle bajo el pecho, mangas cortas y zapatos bajos, sin tacón.
En España este traje se llamó simplemente “camisa” y se hizo de la tela que había llegado a triunfar sobre todas, la muselina. Las mujeres no llevaron ninguna armadura debajo del traje y se adivinaba bajo él la forma del cuerpo, novedad realmente extraordinaria; era algo que desde hacía muchos siglos no ocurría.
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Fue una moda que duró poco tiempo; aunque se siguió llevando el talle alto, muy pronto apareció el corsé y se empezaron a usar otra vez las sedas oscuras y pesadas, los adornos voluminosos y las mangas hinchadas. Las mujeres españolas siguieron usando durante estos últimos años el “vestido nacional” tanto o más que antes, pero lo adaptaron a la nueva silueta del talle alto.
Las basquiñas fueron más pegadas al cuerpo, como marcaba la moda, y los jubones, muy cortos, parecidos a la chaqueta que se usó en toda Europa para ponerse encima de las camisas, el spencer. Justamente con el cambio de siglo fue cuando las mujeres elegantes prefirieron retratarse vestidas con el “traje nacional” más que con vestidos de moda francesa; hay una larga lista de damas españolas así vestidas retratadas por Goya como la Marquesa de Sta. Cruz, la Duquesa de Alba con mantilla y basquiña y a la propia reina María Luisa. Las españolas debían de encontrarse con este traje muy guapas y favorecidas.
Fuente: La moda en España durante el siglo XVIII por Amelia Leira Sánchez. Revista Indumenta 0.
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