Indumentaria masculina ( 1795- 1830 aprox)
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Lady Sybilla
Ariadne de Baskerville
Lady Áyden Norwich
lorena
8 participantes
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Indumentaria masculina ( 1795- 1830 aprox)
Una página interesante sobre la moda masculina en esta época. Si ya la ha colgado alguien, siento repetirme.
http://www.wemakehistory.com/Fashion/Regency/RegencyMen/RegencyMen.htm
http://www.wemakehistory.com/Fashion/Regency/RegencyMen/RegencyMen.htm
lorena- Mensajes : 1553
Fecha de inscripción : 17/04/2011
Edad : 47
Localización : Invicta,a,heroica,buena,muy noble y muy leal, Vetusta
Re: Indumentaria masculina ( 1795- 1830 aprox)
¡En absoluto Lorena! de hecho es una página fantástica para Bertie, Lord Sirion, Lord Silesius, Sir William y cuantos caballeros anacrónicos se paseen por el foro. ¡Gracias!
Lady Áyden Norwich- Admin
- Mensajes : 3627
Fecha de inscripción : 26/02/2010
Localización : Cruzando océanos de tiempo
Re: Indumentaria masculina ( 1795- 1830 aprox)
Gracias a tí. Me hice un lío, porque no sabía dónde colocarlo...
lorena- Mensajes : 1553
Fecha de inscripción : 17/04/2011
Edad : 47
Localización : Invicta,a,heroica,buena,muy noble y muy leal, Vetusta
Re: Indumentaria masculina ( 1795- 1830 aprox)
Cositas para los hombres:
http://www.regencyreproductions.com/menswear.htm
http://www.regencyreproductions.com/menswear.htm
Ariadne de Baskerville- Mensajes : 839
Fecha de inscripción : 21/04/2010
Edad : 36
Localización : Valencia
Re: Indumentaria masculina ( 1795- 1830 aprox)
Que interesante... voy a cotillear
Lady Sybilla- Mensajes : 109
Fecha de inscripción : 15/10/2011
Edad : 48
Localización : Paseando por la Ciudad Prohibida
Re: Indumentaria masculina ( 1795- 1830 aprox)
Unos cuantos enlaces que nos pasa Lady Helen, y que pueden ser de lo más interesantes para los caballeros.
http://www.sutlers.co.uk/acatalog/Napuni.html
http://www.bagpipers.eu/index.php
http://www.re-enactmentshop.com/p_napoleonic.htm
http://www.historische-marketenderei.com/
http://www.historische-marketenderei.com/Schuhe.html
http://www.historische-marketenderei.com/schuhnaegel.html
http://www.historische-marketenderei.com/Kleidung.html
http://www.derbyshirearms.co.uk/
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http://www.derbyshirearms.co.uk/
Última edición por Elizabeth Anne Montgomery el Sáb Feb 02, 2013 12:40 pm, editado 1 vez
Elizabeth Anne Montgomery- Admin
- Mensajes : 3514
Fecha de inscripción : 25/02/2010
Edad : 43
Localización : Más allá del frío norte...
Re: Indumentaria masculina ( 1795- 1830 aprox)
Ejem, ejem, Bertie, ya no te podrás quejar de no saber dónde encontrar atuendos y accesorios de caballeros.
Lady Áyden Norwich- Admin
- Mensajes : 3627
Fecha de inscripción : 26/02/2010
Localización : Cruzando océanos de tiempo
Re: Indumentaria masculina ( 1795- 1830 aprox)
Una galería pinterest bastante completa sobre la moda masculina de la época. Algunos estampados son, ciertamente, dignos de ver
http://www.pinterest.com/StitchUpHistory/regency-and-georgian-men-s-fashion/
Además os dejo un glosario en el que se aclaran determinados términos del atuendo del caballero
http://candicehern.com/regencyworld/regency-glossary-gentlemens-fashion-terms/
http://www.pinterest.com/StitchUpHistory/regency-and-georgian-men-s-fashion/
Además os dejo un glosario en el que se aclaran determinados términos del atuendo del caballero
http://candicehern.com/regencyworld/regency-glossary-gentlemens-fashion-terms/
Elizabeth Anne Montgomery- Admin
- Mensajes : 3514
Fecha de inscripción : 25/02/2010
Edad : 43
Localización : Más allá del frío norte...
Re: Indumentaria masculina ( 1795- 1830 aprox)
ooohhh! ¡Gracias por estos maravillosos enlaces!
Srta. Diana de Belflor- Mensajes : 227
Fecha de inscripción : 05/04/2012
Localización : Madrid
Re: Indumentaria masculina ( 1795- 1830 aprox)
Poquito a poco van saliendo cosas de caballero! menos mal
Elizabeth Anne Montgomery- Admin
- Mensajes : 3514
Fecha de inscripción : 25/02/2010
Edad : 43
Localización : Más allá del frío norte...
Re: Indumentaria masculina ( 1795- 1830 aprox)
La moda de caballero a comienzos del S. XIX.
La moda a comienzos del S. XIX vio el abandono definitivo de encajes, bordados y otros adornos en la ropa de caballero. En lugar de ello, el corte y la confección se hicieron mucho más importantes como indicador de calidad.
En 1789 la Revolución Francesa produjo un profundo cambio en la estética de la moda, y el material favorito cambió de la seda al sencillo algodón. Fue una revolución provocada por diversos factores: el fracaso de la economía nacional, el creciente conflicto entre la aristocracia y aquellos con prerrogativa real, el descontento de una mayoría de ciudadanos frente a las clases más privilegiadas y una prolongada y severa escasez de alimentos. La Revolución adoptó una manera de vestir como objeto de propaganda ideológica de la nueva era, y los revolucionarios manifestaron su espíritu rebelde apropiándose de la indumentaria de las clases bajas. Aquellos que todavía vestían ropas de seda extravagantes y de vivos colores eran considerados antirrevolucionarios. En lugar del calzón y las medias de seda que simbolizaban la nobleza, los revolucionarios se pusieron pantalones largos llamados sans-culottes. Además del pantalón, el simpatizante revolucionario lucía una casaca llamada carmagnole, un gorro frigio, una escarapela tricolor y zuecos. Esta moda, que tiene su origen en el gusto inglés, más sencillo, evolucionó hacia un estilo de casaca y pantalón que posteriormente fue adoptado por el ciudadano del siglo XIX. Pero no todo cambió en 1789. Si bien durante la revolución surgieron nuevos estilos de moda que se sucedían rápidamente, reflejando la cambiante situación política, el atuendo clásico, como el terno a la francesa, se seguía utilizando como traje oficial de la corte. Las nuevas modas convivieron con las antiguas durante todo el periodo revolucionario.
En algunos casos el caótico clima social generó modas excéntricas. Los jóvenes franceses, en especial, adoptaron estilos radicales, inusuales y frívolos. Durante el Terror, los muscadins, un grupo de jóvenes contrarrevolucionarios, protestaron contra el nuevo orden y se vistieron con excéntricas casacas negras de amplias solapas y grandes corbatas. Siguiendo la misma línea de excentricidad, los petimetres (petit-maîtres), llamados incroyables, aparecieron durante el periodo del Directorio. Los cuellos extremadamente altos caracterizaban su vestimenta, además de las grandes solapas dobladas hacia atrás, chalecos chillones, corbatas anchas, calzones, cabello corto y bicornios en lugar de tricornios. Su equivalente en femenino, las conocidas cómo merveilleuses, lucían vestidos extremadamente finos y diáfanos, sin corsé ni guardainfantes. En las ilustraciones de moda de la Gallerie of fashion (1794-1802, Londres), De Nicolaus von Heideloff, se pueden ver vestidos redondos, así como otros con la cintura situada bajo el busto y formados por corpiños y faldas de una sola pieza. El vestido redondo más adelante se transformó en el vestido camisa o camisero, el atuendo de algodón más popular de principios del siglo XIX.
España afrontaba una delicada situación política, aún más acentuada por las tensiones sociales derivadas de los fracasos acumulados. No tardarían en sucederse las derrotas, vendría la silenciosa invasión de los ejércitos napoleónicos, el alzamiento en armas de un pueblo desarmado para combatir a la Francia Republicana, los desastres de la guerra, y su amarga victoria en 1814. En un momento en el que se exigían posicionamientos claros en las barricadas, en las ejecuciones públicas o en las cabalgatas de victoria, no sólo resultaba imprescindible ser afecto al nuevo régimen, sino también parecerlo. Y en esto las modas de la indumentaria, desde las prendas más menudas hasta los atuendos más complejos, jugarían un papel fundamental en la homogeneización de las nuevas tendencias. Aquellos tiempos de aislamiento, recesión y violencia aniquilaron toda aquella legión de ornamentos superficiales que se incrustaban en las pelucas, se clavaban en los corpiños, se enganchaban en las faldas o se anudaban en los zapatos.
Situada frente al telón de fondo de tal malestar social, la moda europea avanzó hacia la nueva modernidad.
Fuentes: Tatami Suoh, director del Instituto de la indumentaria de Kioto. Historia de la Moda en España de Rocío Plaza Orellana.
Vistiendo a un caballero de comienzos del S. XIX.
Ropa interior.
Vamos a empezar nuestra toilette desde dentro hacia fuera. La ropa interior de nuestro “galán” se compone de una camisa, medias y calzoncillos. La camisa solía ser de hilo o algodón blanco. El largo solía llegar hasta aproximadamente la ingle, con vuelo tanto en el cuerpo como en las mangas. Generalmente se confeccionaban a partir de piezas cuadradas, es decir, sin forma en las sisas, hombros y caja de cuello. En la zona de las axilas se solía añadir un cuadrado de tela de forma transversal para añadir holgura. Otro aspecto muy importante a tener en cuenta, es que no se abrían completamente, sino que disponían de una apertura parcial desde el cuello hasta aproximadamente la mitad del pecho. Dicha apertura se adornaba con volantes del mismo tejido. El cuello bastante alto y sin ballenas se abrochaba con un botón, quedando posteriormente cubierto por el pañuelo o crabat. Los puños suelen ser estrechos, de no más de 5 cms abrochados también con un botón de forma solapada, a la manera de nuestras modernas camisas sport. El uso de gemelos y puños franceses, es muy posterior, debiendo emplazarlo en la segunda mitad del S. XIX. Al igual que la portezuela del cuello, el puño se adornaba con un pequeño volante del mismo tejido que la camisa.
Si bien el uso de calzoncillos es discutido por muchos autores, ya que no suelen ponerse de acuerdo a la hora de concretar en qué época se suele generalizar su uso, es muy probable que ya en esta época por motivos higiénicos se comenzaran a usar de forma más extendida. En España encontramos ejemplares muy antiguos que podrían enclavarse en dichos años. Este tipo de calzones también llamados zaragüelles solían estar confeccionados por dos rectángulos de algodón, hilo blanco o cáñamo blanqueado. Al igual que vimos en las camisas, se les añadía un cuadradillo de tela en el hondillo para ganar holgura. También llevaban cinturilla la cual se abrochaba con botones en la parte delantera y se ceñía con un cordón en la parte trasera. En el bajo solían llevar un dobladillo por el cual se pasaba una cinta para ceñirlos a la rodilla.
El punto de media o calceta es una técnica con la que se crea un textil entrelazado manipulando horizontalmente una trama de hilo con dos o más agujas. En España la más antigua noticia que tenemos de estas medias es la que nos da Luis Cabrera de Córdoba cuando a principios del siglo XVII recuerda cómo se vestía al comenzar el reinado de Felipe II: “Las medias eran de carisea, estameña, paño… aunque ya usaba el rey las de punto de aguja de seda que le enviaba en presente y regalo desde Toledo la mujer de Gutiérrez López de Padilla”. (Relación de las cosas sucedidas en la Corte de España desde 1549 hasta 1614). Esta era una prenda de lujo sólo al alcance de los poderosos, pero en el siglo XVIII ya está mucho más difundida, lo que no quita que, para alargar su vida, se zurcieran o se remendaran con frecuencia en la parte del pie que ocultaba el zapato. Confeccionadas en hilo fino de seda o de algodón, son muy elásticas, y se adaptan bastante bien a la silueta de la pierna, aunque para que no se caigan o se arruguen sigue siendo necesario el uso de las ligas. Las medias presentaban todas, unas partes diferenciadas en la zona superior, de un acabado más texturizado, a veces confeccionado con materiales más adherentes, para permitir un mayor agarre y por tanto más eficacia en la sujeción de la liga. Como toda prenda que se ciñe, la media delata las imperfecciones del cuerpo y, para evitarlo, se utilizaban falsos postizos de lana que, atados entorno a la pantorrilla, daban un perfecto torneado a las piernas de cualquier edad y clase.
Las medias se sujetaban con ligas, algunas de ellas muy elaboradas con bordados que, a modo de brazalete, abrazaban la pierna. Las ligas podían ser de seda, hilo de lana o de cordobán muy finas.
Ropa exterior.
Pasemos ahora a las prendas exteriores. Si bien se trata de abandonar el clásico terno a la francesa que desde el siglo XVII se venía usando en toda Europa, aún podemos encontrar ciertos arcaísmos en las primeras décadas de esta centuria, sobre todo en cuanto ropa de gala se refiere.
Aunque con sus diferencias, como luego veremos más adelante, el terno sigue consistiendo en las mismas prendas que en el siglo anterior, es decir: calzón, chupa y frac. A principios de siglo, la opción más popular, tanto para el traje de día como el de noche, fue la de los calzones, cuyo largo terminaba justo debajo de la rodilla. Este tipo de calzones era prácticamente el mismo que el del siglo XVIII, si bien se emplean otro tipo de tejidos más humildes en su confección, tales como el paño de lana o la sarga. Para trajes de día suelen usarse colores oscuros y en trajes de etiqueta, tonos pálidos tales como el blanco, marfil o crema, siendo entonces confeccionados en seda o raso. Se abrochan en la parte delantera con tres botones dispuestos de forma perpendicular en una cinturilla interior y con una solapa que al principio suele cubrir todo el delantero de costado a costado y que posteriormente se estrecha quedando convertida en una especie de “babero” que cubre sólo la bragueta. Ambas solapas se abrochan también con botones. En esta cinturilla interior se ubicaba un pequeño bolsillo para el reloj. El bajo de abrocha con botones en los costados y una pretina estrecha con hebilla, del mismo tejido.
Es a partir de 1820 cuando para trajes de día se destierra el calzón y se adopta definitivamente el pantalón como prenda estándar. El calzón sólo se luce ya en ocasiones formales, siendo paulatinamente sustituido también por el pantalón. Estos pantalones son muy estrechos, sobre todo en trajes de gala. El largo suele llegar hasta la pantorrilla y posteriormente baja hasta el tobillo, añadiéndose entonces una cincha o estribo que se coloca bajo el pie para mantenerlos perfectamente estirados sin formar arrugas. Este estribo se coloca dentro del calzado en trajes de gala y sobre él en trajes de día. Tanto los calzones como los pantalones se usaban con tirantes en forma de X.
La chupa, posteriormente conocida como chaleco, es una de las prendas que conserva más arcaísmos dieciochescos hasta bien entrado el siglo XIX. Para su confección se sigue usando la seda la cual en muchos casos se borda con hilos metálicos y de color si bien con motivos más pequeños y discretos. El largo suele ir acortándose a lo largo de las primeras décadas del XIX, si bien queda visible bajo el frac. Su forma es siempre recta. La caja del cuello se ajusta al mismo y se le añade un collar elevado. Se abrocha completamente a excepción del botón más alto con lo cual queda al descubierto el crabat y los volantes de la pechera. La botonadura puede ser doble o sencilla en trajes de día y sencilla en trajes de gala. Suelen llevar bolsillos tanto exteriores como interiores. Los botones se forran con el mismo tejido. Para la espalda se usa una tela de inferior calidad. Al ser esta una prenda que queda ajustada al cuerpo, se ciñe en la parte posterior mediante unas solapas encordadas o cinchas de tela.
El frac es una prenda que aparece en el siglo XVIII y que ha llegado hasta nuestros días. Es también en el siglo XVIII que su uso se hace indiscriminado tanto para trajes de día como de noche. La excepcionalidad que presenta el siglo XIX con respecto a la centuria anterior, es que el frac y el pantalón o calzón, ya no se confeccionan del mismo tejido, quedando un terno bien diferenciado en cuanto a prendas, tejidos y colores. A las casacas con el cuello vuelto se les dio el nombre de frac. En "Arts et Métiers, L´Art du Tailleur" de M. de Garsault, de 1769, ya se incluye esta prenda con el nombre de "fraque" entre sus diferentes patrones. El frac se caracteriza por estar cortado recto en los delanteros al nivel de la cintura y cruzado sobre el pecho, tiene grandes solapas con el cuello vuelto y sus faldones traseros abiertos. Suele ir en colores lisos, en un principio eran de colores tales como el marrón, azul marino, granate o verde, pero pronto se convertirían en una prenda de paño color oscuro, sobre todo negro. Como anteriormente se mencionó, los orígenes del frac se encuentran en la adaptación de la casaca del siglo XVII para una mayor comodidad. A finales del siglo XVIII la parte delantera de los faldones de las casacas se redujo considerablemente para hacerla más práctica a la hora de montar a caballo. A comienzos del siglo XIX todo lo que quedaba de la falda era su trasera, que estaba dividida en dos por una abertura central también para una mayor comodidad a la hora de montar. Esta nueva "cola de golondrina", pronto fue adoptada tanto para trajes de día como de noche. Ambos tipos de casaca podrían ser de botonadura doble o sencilla. Al principio fue llevada tanto abierta como cerrada, siendo el estilo abierto el más popular para los trajes de noche con el fin de mostrar mejor el chaleco. En la década de 1820 el frac de noche se cortaba deliberadamente para que los frentes no pudieran encajar.
En la mayoría de los fracs de este período, la solapa del bolsillo es sólo decorativa. El bolsillo (si lo hay) está dentro de la prenda, por lo general en la cola. A este bolsillo se accede desde el exterior de la cola, y a veces desde el interior. La información sobre la aparición del bolsillo de pecho varía. Los colores de los primeros fracs de noche fueron a menudo el negro o los tonos oscuros como el azul, verde, burdeos, marrón como en los trajes de día. Paulatinamente se fue imponiendo el azul oscuro con botones dorados y el negro con botones forrados, esta última opción fue la que terminaría por imponerse en adelante.
Otro detalle significativo es que al principio las solapas del cuello de los fracs de tarde solían ser de terciopelo negro. La aparición de este forro realizado en seda como en los actuales fracs, es mucho posterior. Otra característica notable de los primeros fracs, eran dos botones en la parte baja de la espalda (y ojales al final de la cola) agregados originalmente para que las colas pudieran ser dobladas y abotonadas en la parte posterior a la hora de montar.
Mencionar también que los abrigos o capotes estuvieron de moda, a menudo con cuellos de piel o terciopelo en contraste con el paño de la prenda. El “Garrick”, a veces llamado abrigo de cochero, era una prenda muy popular y tenía entre una y tres capelinas cortas abrochadas al cuello. En España continua usándose la capa española tanto en atuendos de día como de noche.
Corbatas y pañuelos de cuello.
También conocido como crabat, solía ser un pañuelo grande, por lo general almidonado, cuadrado o triangular de lino o seda doblado en una banda y envuelto alrededor del cuello. A veces se envolvía alrededor de un refuerzo primero, que era una especie de collar de cuero de considerable altura, lo cual le confería un aspecto rígido muy al gusto de la época. Había diferentes maneras de atar el crabat dependiendo de la formalidad de la vestimenta correspondiente. La mayoría de ellos eran blancos, pero los colores no eran infrecuentes en atuendos informales.
Más adelante continuaré hablando sobre calzado, sombreros, complementos, etc, etc...
La moda a comienzos del S. XIX vio el abandono definitivo de encajes, bordados y otros adornos en la ropa de caballero. En lugar de ello, el corte y la confección se hicieron mucho más importantes como indicador de calidad.
En 1789 la Revolución Francesa produjo un profundo cambio en la estética de la moda, y el material favorito cambió de la seda al sencillo algodón. Fue una revolución provocada por diversos factores: el fracaso de la economía nacional, el creciente conflicto entre la aristocracia y aquellos con prerrogativa real, el descontento de una mayoría de ciudadanos frente a las clases más privilegiadas y una prolongada y severa escasez de alimentos. La Revolución adoptó una manera de vestir como objeto de propaganda ideológica de la nueva era, y los revolucionarios manifestaron su espíritu rebelde apropiándose de la indumentaria de las clases bajas. Aquellos que todavía vestían ropas de seda extravagantes y de vivos colores eran considerados antirrevolucionarios. En lugar del calzón y las medias de seda que simbolizaban la nobleza, los revolucionarios se pusieron pantalones largos llamados sans-culottes. Además del pantalón, el simpatizante revolucionario lucía una casaca llamada carmagnole, un gorro frigio, una escarapela tricolor y zuecos. Esta moda, que tiene su origen en el gusto inglés, más sencillo, evolucionó hacia un estilo de casaca y pantalón que posteriormente fue adoptado por el ciudadano del siglo XIX. Pero no todo cambió en 1789. Si bien durante la revolución surgieron nuevos estilos de moda que se sucedían rápidamente, reflejando la cambiante situación política, el atuendo clásico, como el terno a la francesa, se seguía utilizando como traje oficial de la corte. Las nuevas modas convivieron con las antiguas durante todo el periodo revolucionario.
En algunos casos el caótico clima social generó modas excéntricas. Los jóvenes franceses, en especial, adoptaron estilos radicales, inusuales y frívolos. Durante el Terror, los muscadins, un grupo de jóvenes contrarrevolucionarios, protestaron contra el nuevo orden y se vistieron con excéntricas casacas negras de amplias solapas y grandes corbatas. Siguiendo la misma línea de excentricidad, los petimetres (petit-maîtres), llamados incroyables, aparecieron durante el periodo del Directorio. Los cuellos extremadamente altos caracterizaban su vestimenta, además de las grandes solapas dobladas hacia atrás, chalecos chillones, corbatas anchas, calzones, cabello corto y bicornios en lugar de tricornios. Su equivalente en femenino, las conocidas cómo merveilleuses, lucían vestidos extremadamente finos y diáfanos, sin corsé ni guardainfantes. En las ilustraciones de moda de la Gallerie of fashion (1794-1802, Londres), De Nicolaus von Heideloff, se pueden ver vestidos redondos, así como otros con la cintura situada bajo el busto y formados por corpiños y faldas de una sola pieza. El vestido redondo más adelante se transformó en el vestido camisa o camisero, el atuendo de algodón más popular de principios del siglo XIX.
España afrontaba una delicada situación política, aún más acentuada por las tensiones sociales derivadas de los fracasos acumulados. No tardarían en sucederse las derrotas, vendría la silenciosa invasión de los ejércitos napoleónicos, el alzamiento en armas de un pueblo desarmado para combatir a la Francia Republicana, los desastres de la guerra, y su amarga victoria en 1814. En un momento en el que se exigían posicionamientos claros en las barricadas, en las ejecuciones públicas o en las cabalgatas de victoria, no sólo resultaba imprescindible ser afecto al nuevo régimen, sino también parecerlo. Y en esto las modas de la indumentaria, desde las prendas más menudas hasta los atuendos más complejos, jugarían un papel fundamental en la homogeneización de las nuevas tendencias. Aquellos tiempos de aislamiento, recesión y violencia aniquilaron toda aquella legión de ornamentos superficiales que se incrustaban en las pelucas, se clavaban en los corpiños, se enganchaban en las faldas o se anudaban en los zapatos.
Situada frente al telón de fondo de tal malestar social, la moda europea avanzó hacia la nueva modernidad.
Fuentes: Tatami Suoh, director del Instituto de la indumentaria de Kioto. Historia de la Moda en España de Rocío Plaza Orellana.
Vistiendo a un caballero de comienzos del S. XIX.
Ropa interior.
Vamos a empezar nuestra toilette desde dentro hacia fuera. La ropa interior de nuestro “galán” se compone de una camisa, medias y calzoncillos. La camisa solía ser de hilo o algodón blanco. El largo solía llegar hasta aproximadamente la ingle, con vuelo tanto en el cuerpo como en las mangas. Generalmente se confeccionaban a partir de piezas cuadradas, es decir, sin forma en las sisas, hombros y caja de cuello. En la zona de las axilas se solía añadir un cuadrado de tela de forma transversal para añadir holgura. Otro aspecto muy importante a tener en cuenta, es que no se abrían completamente, sino que disponían de una apertura parcial desde el cuello hasta aproximadamente la mitad del pecho. Dicha apertura se adornaba con volantes del mismo tejido. El cuello bastante alto y sin ballenas se abrochaba con un botón, quedando posteriormente cubierto por el pañuelo o crabat. Los puños suelen ser estrechos, de no más de 5 cms abrochados también con un botón de forma solapada, a la manera de nuestras modernas camisas sport. El uso de gemelos y puños franceses, es muy posterior, debiendo emplazarlo en la segunda mitad del S. XIX. Al igual que la portezuela del cuello, el puño se adornaba con un pequeño volante del mismo tejido que la camisa.
Si bien el uso de calzoncillos es discutido por muchos autores, ya que no suelen ponerse de acuerdo a la hora de concretar en qué época se suele generalizar su uso, es muy probable que ya en esta época por motivos higiénicos se comenzaran a usar de forma más extendida. En España encontramos ejemplares muy antiguos que podrían enclavarse en dichos años. Este tipo de calzones también llamados zaragüelles solían estar confeccionados por dos rectángulos de algodón, hilo blanco o cáñamo blanqueado. Al igual que vimos en las camisas, se les añadía un cuadradillo de tela en el hondillo para ganar holgura. También llevaban cinturilla la cual se abrochaba con botones en la parte delantera y se ceñía con un cordón en la parte trasera. En el bajo solían llevar un dobladillo por el cual se pasaba una cinta para ceñirlos a la rodilla.
El punto de media o calceta es una técnica con la que se crea un textil entrelazado manipulando horizontalmente una trama de hilo con dos o más agujas. En España la más antigua noticia que tenemos de estas medias es la que nos da Luis Cabrera de Córdoba cuando a principios del siglo XVII recuerda cómo se vestía al comenzar el reinado de Felipe II: “Las medias eran de carisea, estameña, paño… aunque ya usaba el rey las de punto de aguja de seda que le enviaba en presente y regalo desde Toledo la mujer de Gutiérrez López de Padilla”. (Relación de las cosas sucedidas en la Corte de España desde 1549 hasta 1614). Esta era una prenda de lujo sólo al alcance de los poderosos, pero en el siglo XVIII ya está mucho más difundida, lo que no quita que, para alargar su vida, se zurcieran o se remendaran con frecuencia en la parte del pie que ocultaba el zapato. Confeccionadas en hilo fino de seda o de algodón, son muy elásticas, y se adaptan bastante bien a la silueta de la pierna, aunque para que no se caigan o se arruguen sigue siendo necesario el uso de las ligas. Las medias presentaban todas, unas partes diferenciadas en la zona superior, de un acabado más texturizado, a veces confeccionado con materiales más adherentes, para permitir un mayor agarre y por tanto más eficacia en la sujeción de la liga. Como toda prenda que se ciñe, la media delata las imperfecciones del cuerpo y, para evitarlo, se utilizaban falsos postizos de lana que, atados entorno a la pantorrilla, daban un perfecto torneado a las piernas de cualquier edad y clase.
Las medias se sujetaban con ligas, algunas de ellas muy elaboradas con bordados que, a modo de brazalete, abrazaban la pierna. Las ligas podían ser de seda, hilo de lana o de cordobán muy finas.
Ropa exterior.
Pasemos ahora a las prendas exteriores. Si bien se trata de abandonar el clásico terno a la francesa que desde el siglo XVII se venía usando en toda Europa, aún podemos encontrar ciertos arcaísmos en las primeras décadas de esta centuria, sobre todo en cuanto ropa de gala se refiere.
Aunque con sus diferencias, como luego veremos más adelante, el terno sigue consistiendo en las mismas prendas que en el siglo anterior, es decir: calzón, chupa y frac. A principios de siglo, la opción más popular, tanto para el traje de día como el de noche, fue la de los calzones, cuyo largo terminaba justo debajo de la rodilla. Este tipo de calzones era prácticamente el mismo que el del siglo XVIII, si bien se emplean otro tipo de tejidos más humildes en su confección, tales como el paño de lana o la sarga. Para trajes de día suelen usarse colores oscuros y en trajes de etiqueta, tonos pálidos tales como el blanco, marfil o crema, siendo entonces confeccionados en seda o raso. Se abrochan en la parte delantera con tres botones dispuestos de forma perpendicular en una cinturilla interior y con una solapa que al principio suele cubrir todo el delantero de costado a costado y que posteriormente se estrecha quedando convertida en una especie de “babero” que cubre sólo la bragueta. Ambas solapas se abrochan también con botones. En esta cinturilla interior se ubicaba un pequeño bolsillo para el reloj. El bajo de abrocha con botones en los costados y una pretina estrecha con hebilla, del mismo tejido.
Es a partir de 1820 cuando para trajes de día se destierra el calzón y se adopta definitivamente el pantalón como prenda estándar. El calzón sólo se luce ya en ocasiones formales, siendo paulatinamente sustituido también por el pantalón. Estos pantalones son muy estrechos, sobre todo en trajes de gala. El largo suele llegar hasta la pantorrilla y posteriormente baja hasta el tobillo, añadiéndose entonces una cincha o estribo que se coloca bajo el pie para mantenerlos perfectamente estirados sin formar arrugas. Este estribo se coloca dentro del calzado en trajes de gala y sobre él en trajes de día. Tanto los calzones como los pantalones se usaban con tirantes en forma de X.
La chupa, posteriormente conocida como chaleco, es una de las prendas que conserva más arcaísmos dieciochescos hasta bien entrado el siglo XIX. Para su confección se sigue usando la seda la cual en muchos casos se borda con hilos metálicos y de color si bien con motivos más pequeños y discretos. El largo suele ir acortándose a lo largo de las primeras décadas del XIX, si bien queda visible bajo el frac. Su forma es siempre recta. La caja del cuello se ajusta al mismo y se le añade un collar elevado. Se abrocha completamente a excepción del botón más alto con lo cual queda al descubierto el crabat y los volantes de la pechera. La botonadura puede ser doble o sencilla en trajes de día y sencilla en trajes de gala. Suelen llevar bolsillos tanto exteriores como interiores. Los botones se forran con el mismo tejido. Para la espalda se usa una tela de inferior calidad. Al ser esta una prenda que queda ajustada al cuerpo, se ciñe en la parte posterior mediante unas solapas encordadas o cinchas de tela.
El frac es una prenda que aparece en el siglo XVIII y que ha llegado hasta nuestros días. Es también en el siglo XVIII que su uso se hace indiscriminado tanto para trajes de día como de noche. La excepcionalidad que presenta el siglo XIX con respecto a la centuria anterior, es que el frac y el pantalón o calzón, ya no se confeccionan del mismo tejido, quedando un terno bien diferenciado en cuanto a prendas, tejidos y colores. A las casacas con el cuello vuelto se les dio el nombre de frac. En "Arts et Métiers, L´Art du Tailleur" de M. de Garsault, de 1769, ya se incluye esta prenda con el nombre de "fraque" entre sus diferentes patrones. El frac se caracteriza por estar cortado recto en los delanteros al nivel de la cintura y cruzado sobre el pecho, tiene grandes solapas con el cuello vuelto y sus faldones traseros abiertos. Suele ir en colores lisos, en un principio eran de colores tales como el marrón, azul marino, granate o verde, pero pronto se convertirían en una prenda de paño color oscuro, sobre todo negro. Como anteriormente se mencionó, los orígenes del frac se encuentran en la adaptación de la casaca del siglo XVII para una mayor comodidad. A finales del siglo XVIII la parte delantera de los faldones de las casacas se redujo considerablemente para hacerla más práctica a la hora de montar a caballo. A comienzos del siglo XIX todo lo que quedaba de la falda era su trasera, que estaba dividida en dos por una abertura central también para una mayor comodidad a la hora de montar. Esta nueva "cola de golondrina", pronto fue adoptada tanto para trajes de día como de noche. Ambos tipos de casaca podrían ser de botonadura doble o sencilla. Al principio fue llevada tanto abierta como cerrada, siendo el estilo abierto el más popular para los trajes de noche con el fin de mostrar mejor el chaleco. En la década de 1820 el frac de noche se cortaba deliberadamente para que los frentes no pudieran encajar.
En la mayoría de los fracs de este período, la solapa del bolsillo es sólo decorativa. El bolsillo (si lo hay) está dentro de la prenda, por lo general en la cola. A este bolsillo se accede desde el exterior de la cola, y a veces desde el interior. La información sobre la aparición del bolsillo de pecho varía. Los colores de los primeros fracs de noche fueron a menudo el negro o los tonos oscuros como el azul, verde, burdeos, marrón como en los trajes de día. Paulatinamente se fue imponiendo el azul oscuro con botones dorados y el negro con botones forrados, esta última opción fue la que terminaría por imponerse en adelante.
Otro detalle significativo es que al principio las solapas del cuello de los fracs de tarde solían ser de terciopelo negro. La aparición de este forro realizado en seda como en los actuales fracs, es mucho posterior. Otra característica notable de los primeros fracs, eran dos botones en la parte baja de la espalda (y ojales al final de la cola) agregados originalmente para que las colas pudieran ser dobladas y abotonadas en la parte posterior a la hora de montar.
Mencionar también que los abrigos o capotes estuvieron de moda, a menudo con cuellos de piel o terciopelo en contraste con el paño de la prenda. El “Garrick”, a veces llamado abrigo de cochero, era una prenda muy popular y tenía entre una y tres capelinas cortas abrochadas al cuello. En España continua usándose la capa española tanto en atuendos de día como de noche.
Corbatas y pañuelos de cuello.
También conocido como crabat, solía ser un pañuelo grande, por lo general almidonado, cuadrado o triangular de lino o seda doblado en una banda y envuelto alrededor del cuello. A veces se envolvía alrededor de un refuerzo primero, que era una especie de collar de cuero de considerable altura, lo cual le confería un aspecto rígido muy al gusto de la época. Había diferentes maneras de atar el crabat dependiendo de la formalidad de la vestimenta correspondiente. La mayoría de ellos eran blancos, pero los colores no eran infrecuentes en atuendos informales.
Más adelante continuaré hablando sobre calzado, sombreros, complementos, etc, etc...
Re: Indumentaria masculina ( 1795- 1830 aprox)
¡Santo Dios, Sr. Trigos! qué enciclopedia está usted hecho.
Lady Áyden Norwich- Admin
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Re: Indumentaria masculina ( 1795- 1830 aprox)
El esnobismo en la moda masculina.
Esnob es un anglicismo (derivado de la palabra snob) con el cual se denomina a una persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos a quienes considera distinguidos o de clase social alta para aparentar ser igual que ellos. Su plural es «esnobs». Deseosos de pertenecer a la élite, los esnobs tienden a reproducir el comportamiento de una clase social o intelectual a la que consideran superior. Muchas veces imitan las características de esta clase, ya sea en el lenguaje, los gustos, las modas y estilos de vida. Al mismo tiempo tratan con desprecio a los que consideran inferiores. Esta forma de mimetismo social, definida por primera vez por William Makepeace Thackeray, fue analizada por sociólogos como Thorstein Veblen o Norbert Elias. El término es de origen dialectal inglés, con el significado de «zapatero remendón» —supuesta adaptación del gaélico escocés snab— y, por extensión, una persona de clase social baja o humilde. Hace tiempo era habitual considerar que el origen de la palabra inglesa snob era una contracción de la frase latina sine nobilitate (‘sin nobleza’), lo cual no está comprobado.
Ortega y Gasset da una breve explicación del uso de la palabra snob como contracción del término sine nobilitate explicando que: "En Inglaterra las listas de vecinos indicaban junto a cada nombre el oficio y rango de la persona. Por eso, junto al nombre de los simples burgueses aparecía la abreviatura s. nob. es decir, sin nobleza”. Este es el origen de la palabra snob. El sentido moderno de la palabra para indicar el deseo de aparentar la pertenencia a una clase social superior se estableció a mediados del siglo XIX, gracias a una serie de artículos publicados por William Makepeace Thackeray en la revista Punch bajo el título«The Snobs of England by One of Themselves», y posteriormente editados como libro en 1848. En palabras de Thackeray: "Aquel que admira mezquinamente cosas mezquinas, no es más que un snob".
Un petimetre es un personaje tipo que aparece de vez en cuando en obras de ficción. Es una persona que suele, fastidiosamente, vestir excesivamente elegante y darse aires, aspirando a que lo vean como un aristócrata. En inglés, se le llama fop.
El término español «petimetre» proviene, según la RAE, del francés petit maître ("pequeño señor", "señorito"), y significa “persona que se preocupa mucho de su compostura y de seguir las modas”. En sentido parecido pero más coloquial, el término «pisaverde», con el significado de “hombre presumido y afeminado, que no conoce más ocupación que la de acicalarse, perfumarse y andar vagando todo el día en busca de galanteos”. En la segunda mitad del siglo XVIII era un estereotipo social objeto de crítica, especialmente por su ociosidad y su seguimiento acrítico de las modas francesas y en general de todo lo francés, llegando a extremos ridículos (incluso en la adulteración de la lengua -mezclada con la española- o la cultura francesa -especialmente vulgarizaciones de enciclopedistas y philosophes-). Ejemplos de ello son Los eruditos a la violeta, de José de Cadalso y varios episodios de las Cartas Marruecas, del mismo autor; o poesías satíricas como las fábulas de Tomás de Iriarte y Félix María de Samaniego. Su contrafigura, desde una postura casticista, era el manolo o majo, proveniente de las clases populares, e imitado estéticamente por las clases superiores.
Una de las primeras veces en que aparece este personaje como estereotipo, es en la obra de Molière de 1671, El burgués gentilhombre. Esta obra asume la estructura social de la Francia de la época. Su premisa central se refiere a M. Jourdain, un burgués, un miembro de la clase media, que intenta rehacerse como un aristócrata y un «caballero». La comedia se centra en su ridícula obsesión por estar vestido con demasiada elegancia, y sus vanas afirmaciones. Este tipo aparece igualmente en la comedia de la Restauración británica, en The Relapse (1696) de John Vanbrugh.
En la primera década del siglo XX los héroes se hacían pasar por petimetres a fin de poder ocultar sus verdaderas actividades.
Un dandi (del inglés dandy) es, o quizá mejor fue, un grupo de personas o estereotipo social entre lo literario y lo real proveniente de la pequeña burguesía o de la reciente aristocracia, nunca de la aristocracia asentada, que se convirtieron en un referente del vestir y las costumbres para su sociedad desde finales del siglo XVIII hasta finales del XIX.
Fue un movimiento nacido de la burguesía revolucionaria y post revolucionaria, contestatario con la sociedad de su época por su nueva forma de vestir y comportamientos altaneros aunque fracasados vitalmente; pero que contribuyó a crear la moda masculina actual; así como el concepto de celebridad por su elegancia y buen gusto.
La corriente asociada al dandi se denomina «dandismo» tuvo su origen en la sociedad inglesa y francesa de finales del siglo XVIII. Posteriormente se iría expandiendo a otras naciones llevado por personas que habían residido en ciudades como Londres y París. Sería el caso de Mariano José de Larra, que no fue un dandi, pero si trajo de Francia costumbres que chocaban con los españolas y mostrando fe en el progreso, propio de los dandis.
Su final, es discutido como también lo es su propia existencia. Para académicos como Félix de Azua este llega con la Guerra Franco-Prusiana y la Primera Guerra Mundial. Para autores como Page-Font la figura del dandi volvió a surgir en el cine con fuerza tras las dos guerras mundiales y, según el mismo autor, puede considerarse que perdura de una forma u otra en nuestros días.
Macaroni, en la Inglaterra de mediados del siglo XVIII, designaba al hombre obsesionado con la moda que vestía y hablaba de un modo amanerado. El término se utilizaba de forma peyorativa contra las personas que excedían los límites convencionales en su vestimenta, hábitos culinarios y afición por las apuestas. Igual que el que emplea un lenguaje macarrónico, el macaroni mezclaba su pose importada de la Europa continental con su naturaleza inglesa, lo que hacía de él un objeto propicio para la sátira.
Los jóvenes de la época que habían estado en Italia adoptaron la expresión "maccherone" -que designaba a la persona necia y ostentosa- y la usaron como adjetivo para todo lo que estuviera a la moda. Horace Walpole escribía en una carta a un amigo fechada en el año 1764 sobre "El Club Macaroni, formado por todos los jóvenes viajados que lucen largos peinados rizados y usan prismáticos". El mencionado "club" no era tal: la expresión se usaba con un significado específico cuando se refería a los grupos de jóvenes que vestían con un lujo enorme y pelucas empolvadas. Los macaroni mezclaban el disfrute de la bebida, el sexo y la música con la ropa afeminada. Se pueden considerar como los antecesores de los dandis o los metrosexuales.
En 1773, James Boswell cabalgaba de viaje por Escocia con el lexicógrafo Samuel Johnson, famoso por su seriedad. Johnson no acababa de estar cómodo en la silla de montar, por lo que Boswell le espetó: "Eres un londinense refinado, un maccaroni: no sabes cabalgar".
En la novela de Oliver Goldsmith Doblegada para vencer (She Stoops to Conquer, 1773), cuando el malentendido se esclarece y el joven Marlowe descubre que estaba equivocado, se insulta a sí mismo como "Dullissimo Maccaroni" (combinando la voz inglesa "Dull" -estúpido, simple- y el sufijo superlativo italiano "íssimo").
La canción Yandee Doodle Dandy, originaria de los tiempos de la Revolución Americana, contiene un verso que dice: "Le puso una pluma a su sombrero y lo llamó un Macaroni". La broma consiste en retratar a los americanos como gente tan cándida como para creer que bastaba una pluma en el sombrero para lucir un estilo sofisticado. Existe una discusión sobre si esta era una versión paródica elaborada por los propios ingleses sobre el verso original, pero en cualquier caso fue adoptada con entusiasmo por los rebeldes americanos.
Fuentes: EL Siglo de las Luces.
Esnob es un anglicismo (derivado de la palabra snob) con el cual se denomina a una persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos a quienes considera distinguidos o de clase social alta para aparentar ser igual que ellos. Su plural es «esnobs». Deseosos de pertenecer a la élite, los esnobs tienden a reproducir el comportamiento de una clase social o intelectual a la que consideran superior. Muchas veces imitan las características de esta clase, ya sea en el lenguaje, los gustos, las modas y estilos de vida. Al mismo tiempo tratan con desprecio a los que consideran inferiores. Esta forma de mimetismo social, definida por primera vez por William Makepeace Thackeray, fue analizada por sociólogos como Thorstein Veblen o Norbert Elias. El término es de origen dialectal inglés, con el significado de «zapatero remendón» —supuesta adaptación del gaélico escocés snab— y, por extensión, una persona de clase social baja o humilde. Hace tiempo era habitual considerar que el origen de la palabra inglesa snob era una contracción de la frase latina sine nobilitate (‘sin nobleza’), lo cual no está comprobado.
Ortega y Gasset da una breve explicación del uso de la palabra snob como contracción del término sine nobilitate explicando que: "En Inglaterra las listas de vecinos indicaban junto a cada nombre el oficio y rango de la persona. Por eso, junto al nombre de los simples burgueses aparecía la abreviatura s. nob. es decir, sin nobleza”. Este es el origen de la palabra snob. El sentido moderno de la palabra para indicar el deseo de aparentar la pertenencia a una clase social superior se estableció a mediados del siglo XIX, gracias a una serie de artículos publicados por William Makepeace Thackeray en la revista Punch bajo el título«The Snobs of England by One of Themselves», y posteriormente editados como libro en 1848. En palabras de Thackeray: "Aquel que admira mezquinamente cosas mezquinas, no es más que un snob".
Un petimetre es un personaje tipo que aparece de vez en cuando en obras de ficción. Es una persona que suele, fastidiosamente, vestir excesivamente elegante y darse aires, aspirando a que lo vean como un aristócrata. En inglés, se le llama fop.
El término español «petimetre» proviene, según la RAE, del francés petit maître ("pequeño señor", "señorito"), y significa “persona que se preocupa mucho de su compostura y de seguir las modas”. En sentido parecido pero más coloquial, el término «pisaverde», con el significado de “hombre presumido y afeminado, que no conoce más ocupación que la de acicalarse, perfumarse y andar vagando todo el día en busca de galanteos”. En la segunda mitad del siglo XVIII era un estereotipo social objeto de crítica, especialmente por su ociosidad y su seguimiento acrítico de las modas francesas y en general de todo lo francés, llegando a extremos ridículos (incluso en la adulteración de la lengua -mezclada con la española- o la cultura francesa -especialmente vulgarizaciones de enciclopedistas y philosophes-). Ejemplos de ello son Los eruditos a la violeta, de José de Cadalso y varios episodios de las Cartas Marruecas, del mismo autor; o poesías satíricas como las fábulas de Tomás de Iriarte y Félix María de Samaniego. Su contrafigura, desde una postura casticista, era el manolo o majo, proveniente de las clases populares, e imitado estéticamente por las clases superiores.
Una de las primeras veces en que aparece este personaje como estereotipo, es en la obra de Molière de 1671, El burgués gentilhombre. Esta obra asume la estructura social de la Francia de la época. Su premisa central se refiere a M. Jourdain, un burgués, un miembro de la clase media, que intenta rehacerse como un aristócrata y un «caballero». La comedia se centra en su ridícula obsesión por estar vestido con demasiada elegancia, y sus vanas afirmaciones. Este tipo aparece igualmente en la comedia de la Restauración británica, en The Relapse (1696) de John Vanbrugh.
En la primera década del siglo XX los héroes se hacían pasar por petimetres a fin de poder ocultar sus verdaderas actividades.
Un dandi (del inglés dandy) es, o quizá mejor fue, un grupo de personas o estereotipo social entre lo literario y lo real proveniente de la pequeña burguesía o de la reciente aristocracia, nunca de la aristocracia asentada, que se convirtieron en un referente del vestir y las costumbres para su sociedad desde finales del siglo XVIII hasta finales del XIX.
Fue un movimiento nacido de la burguesía revolucionaria y post revolucionaria, contestatario con la sociedad de su época por su nueva forma de vestir y comportamientos altaneros aunque fracasados vitalmente; pero que contribuyó a crear la moda masculina actual; así como el concepto de celebridad por su elegancia y buen gusto.
La corriente asociada al dandi se denomina «dandismo» tuvo su origen en la sociedad inglesa y francesa de finales del siglo XVIII. Posteriormente se iría expandiendo a otras naciones llevado por personas que habían residido en ciudades como Londres y París. Sería el caso de Mariano José de Larra, que no fue un dandi, pero si trajo de Francia costumbres que chocaban con los españolas y mostrando fe en el progreso, propio de los dandis.
Su final, es discutido como también lo es su propia existencia. Para académicos como Félix de Azua este llega con la Guerra Franco-Prusiana y la Primera Guerra Mundial. Para autores como Page-Font la figura del dandi volvió a surgir en el cine con fuerza tras las dos guerras mundiales y, según el mismo autor, puede considerarse que perdura de una forma u otra en nuestros días.
Macaroni, en la Inglaterra de mediados del siglo XVIII, designaba al hombre obsesionado con la moda que vestía y hablaba de un modo amanerado. El término se utilizaba de forma peyorativa contra las personas que excedían los límites convencionales en su vestimenta, hábitos culinarios y afición por las apuestas. Igual que el que emplea un lenguaje macarrónico, el macaroni mezclaba su pose importada de la Europa continental con su naturaleza inglesa, lo que hacía de él un objeto propicio para la sátira.
Los jóvenes de la época que habían estado en Italia adoptaron la expresión "maccherone" -que designaba a la persona necia y ostentosa- y la usaron como adjetivo para todo lo que estuviera a la moda. Horace Walpole escribía en una carta a un amigo fechada en el año 1764 sobre "El Club Macaroni, formado por todos los jóvenes viajados que lucen largos peinados rizados y usan prismáticos". El mencionado "club" no era tal: la expresión se usaba con un significado específico cuando se refería a los grupos de jóvenes que vestían con un lujo enorme y pelucas empolvadas. Los macaroni mezclaban el disfrute de la bebida, el sexo y la música con la ropa afeminada. Se pueden considerar como los antecesores de los dandis o los metrosexuales.
En 1773, James Boswell cabalgaba de viaje por Escocia con el lexicógrafo Samuel Johnson, famoso por su seriedad. Johnson no acababa de estar cómodo en la silla de montar, por lo que Boswell le espetó: "Eres un londinense refinado, un maccaroni: no sabes cabalgar".
En la novela de Oliver Goldsmith Doblegada para vencer (She Stoops to Conquer, 1773), cuando el malentendido se esclarece y el joven Marlowe descubre que estaba equivocado, se insulta a sí mismo como "Dullissimo Maccaroni" (combinando la voz inglesa "Dull" -estúpido, simple- y el sufijo superlativo italiano "íssimo").
La canción Yandee Doodle Dandy, originaria de los tiempos de la Revolución Americana, contiene un verso que dice: "Le puso una pluma a su sombrero y lo llamó un Macaroni". La broma consiste en retratar a los americanos como gente tan cándida como para creer que bastaba una pluma en el sombrero para lucir un estilo sofisticado. Existe una discusión sobre si esta era una versión paródica elaborada por los propios ingleses sobre el verso original, pero en cualquier caso fue adoptada con entusiasmo por los rebeldes americanos.
Fuentes: EL Siglo de las Luces.
Re: Indumentaria masculina ( 1795- 1830 aprox)
Es una auténtica delicia leerle, Sr. Trigos. Estoy fascinada por sus artículos casi tanto como por las
prendas que diseña y confecciona de modo magistral. Es usted un ejemplo a seguir.
¡Un saludo!
L. Olivia Pinkerton
prendas que diseña y confecciona de modo magistral. Es usted un ejemplo a seguir.
¡Un saludo!
L. Olivia Pinkerton
Lady Olivia Pinkerton- Mensajes : 178
Fecha de inscripción : 28/04/2015
Edad : 77
Localización : Madrid
Re: Indumentaria masculina ( 1795- 1830 aprox)
Corbatas y pañuelos de cuello.
Su nombre viene del italiano, corvatta o cravatta, derivado de "croata". El origen data del año 1660, cuando los jinetes del ejército croata usaban pañuelos de colores al cuello. La fecha de nacimiento de la actual corbata se remonta a la segunda mitad del siglo XVII, con la llegada a Francia de los mercenarios croatas. Con su traje tradicional llevaban un pedazo de tela blanca, que llamaban 'hrvatska' (es decir: Croaciaen idioma croata). La anudaban formando una rosita y dejando colgar las extremidades encima del pecho. La croatta les gustó mucho a los franceses que la adoptaron y llamaron cravate y luego la difundieron en todo el mundo. Durante la revolución francesa, la corbata se volvió un verdadero status-symbol y por primera vez adquirió un valor político: el revolucionario la llevaba negra, mientras el contrarrevolucionario se la ponía blanca. Vino, luego, el momento de los incroyables, gente elegante y extravagante cuya corbata tenía enormes dimensiones y llegaba casi a esconder la barbilla y el labio inferior. Fue importante en este periodo la persona de Lord Brummel que para anudarse su corbata necesitaba la ayuda de dos mozos. Él mismo introdujo el empleo del almidón, para que mantuviera su rigidez.
El cravat, solía ser un pañuelo grande, por lo general almidonado, cuadrado o triangular de lino o seda doblado en una banda y envuelto alrededor del cuello. A veces se envolvía alrededor de un refuerzo primero, que era una especie de collar de cuero de considerable altura, lo cual le confería un aspecto rígido muy al gusto de la época. Había diferentes maneras de atar el cravat dependiendo de la formalidad de la vestimenta correspondiente. La mayoría de ellos eran blancos, pero los colores no eran infrecuentes en atuendos informales. En los primeros años del siglo XIX la forma de la corbata empezó a acercarse a la actual. La moda había empezado a homologarse con algunas excepciones como el tipo lavallière, caracterizada por dos partes iguales en ancho y largo, que se volvió el emblema de los artistas y de los revolucionarios.
Su nombre viene del italiano, corvatta o cravatta, derivado de "croata". El origen data del año 1660, cuando los jinetes del ejército croata usaban pañuelos de colores al cuello. La fecha de nacimiento de la actual corbata se remonta a la segunda mitad del siglo XVII, con la llegada a Francia de los mercenarios croatas. Con su traje tradicional llevaban un pedazo de tela blanca, que llamaban 'hrvatska' (es decir: Croaciaen idioma croata). La anudaban formando una rosita y dejando colgar las extremidades encima del pecho. La croatta les gustó mucho a los franceses que la adoptaron y llamaron cravate y luego la difundieron en todo el mundo. Durante la revolución francesa, la corbata se volvió un verdadero status-symbol y por primera vez adquirió un valor político: el revolucionario la llevaba negra, mientras el contrarrevolucionario se la ponía blanca. Vino, luego, el momento de los incroyables, gente elegante y extravagante cuya corbata tenía enormes dimensiones y llegaba casi a esconder la barbilla y el labio inferior. Fue importante en este periodo la persona de Lord Brummel que para anudarse su corbata necesitaba la ayuda de dos mozos. Él mismo introdujo el empleo del almidón, para que mantuviera su rigidez.
El cravat, solía ser un pañuelo grande, por lo general almidonado, cuadrado o triangular de lino o seda doblado en una banda y envuelto alrededor del cuello. A veces se envolvía alrededor de un refuerzo primero, que era una especie de collar de cuero de considerable altura, lo cual le confería un aspecto rígido muy al gusto de la época. Había diferentes maneras de atar el cravat dependiendo de la formalidad de la vestimenta correspondiente. La mayoría de ellos eran blancos, pero los colores no eran infrecuentes en atuendos informales. En los primeros años del siglo XIX la forma de la corbata empezó a acercarse a la actual. La moda había empezado a homologarse con algunas excepciones como el tipo lavallière, caracterizada por dos partes iguales en ancho y largo, que se volvió el emblema de los artistas y de los revolucionarios.
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